Primera de las novelas gráficas publicadas por Joe Sacco (hay edición castellana en Planeta), Palestine narra el recorrido de su autor por los Territorios Ocupados palestinos, retratando, a partir de sus experiencias directas y, sobre todo, de la apabullante masa de testimonios de l@s interlocutor@s con quienes se va encontrando, las pautas sistemáticas de opresión, violación de los derechos humanos, colonización y explotación que Israel viene aplicando a la población palestina desde hace décadas, ante la indefensión de ésta y la indiferencia del resto del mundo.
Sin embargo, lo característico de la obra, lo que pretende marcar su signo distintivo (más allá, pues, del panfleto de mera denuncia; de la puesta en imágenes de lo que los informes de las organizaciones de derechos humanos vienen documentado, también desde hace décadas), es que el autor se pone en escena a sí mismo, como personaje protagonista de la narración. Y, además, que intenta retratar no sólo la realidad a través de la que transita, a las personas con las que se encuentra y sus testimonios y problemas, sino también sus propias reacciones (casi siempre calladas, ocultas) ante lo que está experimentando: miedo, cansancio, repugnancia moral, pero también hartazgo de tanta queja por parte de las víctimas, por la repetición de historias parecidas (al fin y al cabo, una ejecución extrajudicial o un derribo de vivienda acaban por parecerse a cualquier otro...), conciencia de su cobardía, de su condición de "invitado", que acabará por irse y dejar abandonad@s a su opresión a las personas con las que convive...
Es cierto que esta puesta en escena del propio yo del narrador no deja de resultar, en la manera en que está descrita, un tanto pueril: nadie que conozca de primera mano el mundo de las víctimas de violaciones de derechos humanos dejará de reconocer sentimientos y experiencias que ha vivido también en primera persona, pero que también es capaz de superar, para concentrarse en su misión. Y, sin embargo, pese a su aparente simpleza, resulta importante, estéticamente relevante, este esfuerzo por hacer ostensible lo problemático que toda voz narrativa, inevitablemente, resulta, a la hora de convertirse en portavoz de otras voces (aquí, las de las víctimas), siempre mediadas por aquella.
Se puede decir, pues, que Joe Sacco no es capaz de resolver el problema, pero sí de verlo, en toda su dilemática condición. Y ya sólo por ello (además de por su valiente -especialmente, en el contexto norteamericano- denuncia de la opresión israelí y de la generalizada indiferencia occidental ante ella) merece la pena recorrer esta obra. (Por lo demás, espléndidamente dibujada, con su estilo característicamente grisáceo, sus planos con perspectivas deformadas y sus figuras humanas retratadas, a modo de caricaturas, en sus rasgos faciales más prominentes.)