¿Existen realmente buenos argumentos morales para prohibir un mercado (bien regulado) de órganos? Much@s pensarán que sí. Yo, sin embargo, tiendo a coincidir con el autor en que en verdad no los hay: si un producto es escaso, es preciso hallar algún sistema para distribuirlo de manera eficiente. Y el mercado, si se es capaz de garantizar que los intercambios dentro del mismo resulten suficientemente justos (no coercitivos, no explotadores, etc.), puede ser uno de esos mecanismos , acaso el único eficiente.
(¿Podría el Estado, sin coerción, cumplir la función de coordinar a demandantes y a potenciales oferentes? Sí, pero haciendo algo semejante a lo que haría el mercado: ofreciendo al potencial oferente del órgano una compensación -monetaria o de otra índole- a cambio de su oferta efectiva. La cuestión, entonces, se convierte en una de justicia distributiva: ¿qué es mejor, que pague el demandante -aunque algunas veces ayudado por el Estado, o que pague toda la sociedad? Sea como sea, en ambos casos se pondría en cuestión -como creo que conviene- el tabú de la naturaleza esencialmente extra commercium del cuerpo humano...)