Esta última película estrenada de Naomi Kawase ha de producir, a quien -como yo mismo- sea seguidor de su cine, un sentimiento ambiguo.
En efecto, si olvidamos quién es su directora, An es una hermosa narración: escenas lentas, en las que van aflorando los sentimientos y las relaciones entre los personajes, una trama enormemente emotiva, planos contemplativos, que se detienen, detallistas, en la manera de preparar la pasta de judías, de hacer los dorayaki, en el mecerse de las ramas de los árboles, el caer de los pétalos de las flores del cerezo,...
Y, sin embargo, si no lo olvidamos, si recordamos hitos anteriores, esenciales, del cine de Kawase, detectaremos que algo ha cambiado, en esta película. Acaso se trate -no lo sé- del hecho de partir de la base argumental proporcionada por una novela, y no de un guión original. En cualquier caso, es lo cierto que se aprecia una mayor preocupación por una construcción y desarrollo dramáticos "convencionales" (tómese el calificativo también con sus comillas) de los personajes y de la historia. Es decir, se presta menor atención (aunque no esté del todo ausente, como he dicho: esos planos contemplativos, tan característicos de la directora...) a la descripción del espacio de la narración, que siempre había tenido un papel primordial en su cine. Y se otorga mayor presencia, y relevancia, a los diálogos, muchas veces explicativos (de las emociones de los personajes, de la evolución de sus relaciones).
En este sentido, puede pensarse que An constituye un retroceso (hacia lo convencional) en la trayectoria de su directora. Ciertamente, pese a ello, sigue siendo una excelente película, hermosa y emocionante. Pero, desde el punto de vista estético (esto es, de las revelaciones a las que el/la espectador(a) puede asistir, gracias a la formalización de las imágenes), resulta mucho menos profunda y apreciable. Y ello, por ser una obra que confía mucho menos en la capacidad de la manipulación de las formas audiovisuales para transmitir el sentido de la narración. Que prefiere apoyarse mucho más en los tópicos, temáticos y formales, que el/la espectador(a) tiene ya inculcados en su mente, en vez de contribuir a ponerlos en cuestión, con imágenes (y sonidos) que los desestabilicen.