A la hora de perseguir el sentido más prominente de esta película que hoy comento, desearía llamar la atención sobre las primeras escenas de la película: no porque posean un valor propio (desde este punto de vista, en sí mismas consideradas, no son sino el inicio del desarrollo de una trama en torno a un triángulo amorosos y los desencuentros y fatalidades que lo desencadenan y, al tiempo, lo vuelven trágicamente imposible), sino porque las maneras audiovisuales que Benoît Jacquot emplea para formalizarlas resultan, a mi entender, extremadamente significativas. En suma, porque a partir de ellas es posible obtener, me parece, las claves interpretativas fundamentales para aprehender esta -en principio- rara especie de narración cinematográfica, potencialmente desorientadora, que resulta ser 3 coeurs.
Primera escena: Marc (Benoît Poelvoorde) llega corriendo a la estación y pierde, por los pelos, su tren, el último del día con destino a París. Se queda confundido, gesticula, maldice. Finalmente, se da la vuelta y sale de la estación. Vacilante, acaba por entrar en una brasería aún abierta, en cuya barra bebe una botella de agua mineral, mientras -es de suponer, tal vez- se calma y reflexiona acerca de qué hacer.
En estas escenas que acabo de describir someramente, dos características formales le chirrían al(a) espectador(a) avisad@. Primero, la elección de la música extradiegética (compuesta por Bruno Coulais) considerada apropiada para acompañar a estas escenas: una música que, conforme al canon convencional de la ambientación musical de escenas cinematográficas, se correspondería más bien con una trama de intriga, de misterio o de fantasía. Y, sin embargo, nada más cotidiano y banal, en apariencia al menos, que un empleado público en viaje por trabajo que pierde su tren de vuelta.
Contémplese, además, con atención la escena que transcurre en la brasería, allí donde Marc y Sylvie (Charlotte Gainsbourg) se encontrarán por primera vez. Marc está en la barra, bebiendo, agitado, pensativo, ensimismado. Entra Sylvie a comprar cigarrillos, se coloca también en la barra, a unos pasos. Marc se vuelve varias veces a mirar disimuladamente quién es la desconocida que ha entrado, girando luego la cabeza, para disimular. Y, sin embargo, el director resuelve esta escena de un modo notoriamente desusado (conforme a los cánones estilísticos más convencionales): la imagen de Marc solo y ensimismada es filmada a través de su reflejo en el gran espejo que el establecimiento tiene instalado al fondo, detrás de la barra. Y, en cambio, cada vez que Marc se vuelve a mirar de soslayo a Sylvie, tiene lugar una ostensible panorámica, de manea que la cámara pasa a adoptar, inicialmente, el punto de vista ("subjetivo") de Marc, más el consiguiente contraplano de él,... para, inmediatamente después, volver a girar a la izquierda y pasar a reflejar otra vez la imagen de Marc en el espejo.
En este sentido, pueden extraerse dos conclusiones. La primera es que, en realidad, 3 coeurs no pretende versar, centrar su atención -como en principio pudiera parecer- principalmente en los sentimientos: no se trata, en efecto, tanto de un melodrama amoroso (género al que parecería abocarle la naturaleza de su trama) cuanto de una historia de intriga; de la inquietud y el enrarecimiento que, en situaciones de aparente cotidianidad, introduce la aparición de emociones, relaciones y situaciones socialmente consideradas como inaceptables e inconfesables. 3 coeurs es, en este aspecto, esencialmente una narración acerca de la estructura de la situación del triángulo amoroso, del adulterio y de la infelicidad. Más atenta, por ello, a las conductas externas, y a la ubicación de las mismas en los espacios -siempre cotidianos- de la acción, a los efectos que tales conductas desusadas provoca (básicamente, de extrañamiento) que a las emociones que se suscitan, apenas adivinadas, escasamente expresadas.
Y es, efectivamente, esta representación del extrañamiento que, en los espacios, en las acciones, en las relaciones, provoca la existencia de secretos inconfesables (mas no en el pasado, sino en el presente, en la cotidianidad) de la pareja, de la familia (pero podría haberse tratado, con escasas variaciones, de un grupo de amigos o cualquier otro grupo humano unido por afectos, sí, pero también por convenciones), aquello que la película viene predominantemente a representar.
Así, quien se acerque a 3 coeurs con la expectativa de contemplar un clásico melodrama amoroso, quedará necesariamente decepcionado, ya que todo en ella resulta desusado a tal respecto: interpretaciones actorales que apenas dejan aflorar emoción alguna, ausencia de diálogos (o de voz over) que expliciten emociones, negación de cualquier expansión emocional en el tratamiento de las escenas, aun de las en principio más pasionales,... En cambio, la notoria "frialdad" por la que se opta en la formalización audiovisual de la historia narrada permitirá al(a) espectador(a) atent@ (e inquiet@), disfrutar de una aproximación distinta, novedosa, a una trama mil veces narrada, mas rara vez desde esta perspectiva: el adulterio como mecanismo de extrañamiento, de introducción de la fantasía (del "terror") dentro de la cotidianidad pequeño burguesa más banal, para transformarla en un universo inquietante, inestable, que es vivido, por todos sus protagonistas, como una auténtica explosión de ansiedad. Puesto que, en el fondo, el drama de la infidelidad, más allá de las emociones (decepción, despecho, desconfianza) que pueda suscitar -o no- en cada caso, estriba antes que nada en la desestabilización de las expectativas (unas expectativas que, como Niklas Luhmann ha explicado con tanta lucidez, existen precisamente para reducir la complejidad y la contingencia de la vida humana en sociedad). Ocurre, en efecto, que adulter@s y "víctimas" del adulterio hacen explotar tales expectativas, las ponen en cuestión, las viven como verdaderamente falibles, inciertas, apenas confiables. Y sufren, de ansiedad (de miedo, en suma), por ello.
No es el menor de los méritos de 3 coeurs el de ser capaz de colocar su foco sobre esta faceta (de potenciación de la imaginación y reducción de la seguridad) escasamente abordada del fenómeno que la narración toma por tema. Y de hacerlo, además, no a través de pesadas explicaciones o de diálogos plúmbeos, sino como se debe: poniendo en acto (en fenómeno) la descripción de la realidad que se pretende representar y formalizando, además, dicha representación mediante recursos técnicos adecuados y suficientemente expresivos.
Contémplese, además, con atención la escena que transcurre en la brasería, allí donde Marc y Sylvie (Charlotte Gainsbourg) se encontrarán por primera vez. Marc está en la barra, bebiendo, agitado, pensativo, ensimismado. Entra Sylvie a comprar cigarrillos, se coloca también en la barra, a unos pasos. Marc se vuelve varias veces a mirar disimuladamente quién es la desconocida que ha entrado, girando luego la cabeza, para disimular. Y, sin embargo, el director resuelve esta escena de un modo notoriamente desusado (conforme a los cánones estilísticos más convencionales): la imagen de Marc solo y ensimismada es filmada a través de su reflejo en el gran espejo que el establecimiento tiene instalado al fondo, detrás de la barra. Y, en cambio, cada vez que Marc se vuelve a mirar de soslayo a Sylvie, tiene lugar una ostensible panorámica, de manea que la cámara pasa a adoptar, inicialmente, el punto de vista ("subjetivo") de Marc, más el consiguiente contraplano de él,... para, inmediatamente después, volver a girar a la izquierda y pasar a reflejar otra vez la imagen de Marc en el espejo.
En este sentido, pueden extraerse dos conclusiones. La primera es que, en realidad, 3 coeurs no pretende versar, centrar su atención -como en principio pudiera parecer- principalmente en los sentimientos: no se trata, en efecto, tanto de un melodrama amoroso (género al que parecería abocarle la naturaleza de su trama) cuanto de una historia de intriga; de la inquietud y el enrarecimiento que, en situaciones de aparente cotidianidad, introduce la aparición de emociones, relaciones y situaciones socialmente consideradas como inaceptables e inconfesables. 3 coeurs es, en este aspecto, esencialmente una narración acerca de la estructura de la situación del triángulo amoroso, del adulterio y de la infelicidad. Más atenta, por ello, a las conductas externas, y a la ubicación de las mismas en los espacios -siempre cotidianos- de la acción, a los efectos que tales conductas desusadas provoca (básicamente, de extrañamiento) que a las emociones que se suscitan, apenas adivinadas, escasamente expresadas.
Y es, efectivamente, esta representación del extrañamiento que, en los espacios, en las acciones, en las relaciones, provoca la existencia de secretos inconfesables (mas no en el pasado, sino en el presente, en la cotidianidad) de la pareja, de la familia (pero podría haberse tratado, con escasas variaciones, de un grupo de amigos o cualquier otro grupo humano unido por afectos, sí, pero también por convenciones), aquello que la película viene predominantemente a representar.
Así, quien se acerque a 3 coeurs con la expectativa de contemplar un clásico melodrama amoroso, quedará necesariamente decepcionado, ya que todo en ella resulta desusado a tal respecto: interpretaciones actorales que apenas dejan aflorar emoción alguna, ausencia de diálogos (o de voz over) que expliciten emociones, negación de cualquier expansión emocional en el tratamiento de las escenas, aun de las en principio más pasionales,... En cambio, la notoria "frialdad" por la que se opta en la formalización audiovisual de la historia narrada permitirá al(a) espectador(a) atent@ (e inquiet@), disfrutar de una aproximación distinta, novedosa, a una trama mil veces narrada, mas rara vez desde esta perspectiva: el adulterio como mecanismo de extrañamiento, de introducción de la fantasía (del "terror") dentro de la cotidianidad pequeño burguesa más banal, para transformarla en un universo inquietante, inestable, que es vivido, por todos sus protagonistas, como una auténtica explosión de ansiedad. Puesto que, en el fondo, el drama de la infidelidad, más allá de las emociones (decepción, despecho, desconfianza) que pueda suscitar -o no- en cada caso, estriba antes que nada en la desestabilización de las expectativas (unas expectativas que, como Niklas Luhmann ha explicado con tanta lucidez, existen precisamente para reducir la complejidad y la contingencia de la vida humana en sociedad). Ocurre, en efecto, que adulter@s y "víctimas" del adulterio hacen explotar tales expectativas, las ponen en cuestión, las viven como verdaderamente falibles, inciertas, apenas confiables. Y sufren, de ansiedad (de miedo, en suma), por ello.
No es el menor de los méritos de 3 coeurs el de ser capaz de colocar su foco sobre esta faceta (de potenciación de la imaginación y reducción de la seguridad) escasamente abordada del fenómeno que la narración toma por tema. Y de hacerlo, además, no a través de pesadas explicaciones o de diálogos plúmbeos, sino como se debe: poniendo en acto (en fenómeno) la descripción de la realidad que se pretende representar y formalizando, además, dicha representación mediante recursos técnicos adecuados y suficientemente expresivos.