Tan sólo unas líneas para recomendar esta película, por dos razones. (No, desde luego, por su trama, con clara influencia de los tópicos narrativos del universo de la opereta, banal y superficial, comme il faut!)
Primero, por ser una película previa a la implantación generalizada del "código Hays", que estableció criterios de (auto-)censura en el cine comercial norteamericano, por razones tanto morales como políticas. Así, en Love me tonight aún podemos asistir a escenas de semidesnudos (femeninos, por supuesto) y a conversaciones "picantes" acerca del deseo y de la represión sexual.
Pero, sobre todo, en segundo lugar, porque Rouben Mamoulian, su director, es uno de los más brillantes exponentes de la generación de directores que, en el tránsito del cine silente al sonoro, decidieron experimentar con las posibilidades expresivas del nuevo instrumento de representación audiovisual, para extraer sentidos y experiencias estéticas inusitadas.
Así, en Love me tonight, existe todo un denodado trabajo para hacer rimar el sonido diegético (ruidos, diálogos) con el extradiegético (música), y ambos con la composición de las imágenes (a través del montaje). De manera que (como ocurre también, por ejemplo, en películas de René Clair -otro de los adalides de la experimentación con el nuevo medio- de la época), en varias de sus secuencias, podemos a asistir a auténticos "ballets de imágenes", en los que la narración se va desarrollando y expresando a través de una ajustada combinación de sucesión de planos que parecen adaptarse al ritmo de la banda de sonido de la película.
Una narración rítmica, pues, en sus mejores momentos (puesto que hay también otros más convencionales). Un experimento digno de mención, y de ser disfrutado... especialmente, por quienes -como yo mismo- sean especialmente aficionados a la florituras del cine musical.