El género negro (tanto en su vertiente literaria como en la cinematográfica) ha tenido siempre , aun dentro su generalizado aroma misantrópico y pesimista, específicas e innegables connotaciones misóginas: si, en general, el encuentro entre varones y mujeres (la homosexualidad queda prácticamente fuera de cuadro en la narrativa negra clásica) es descrito como un encontronazo entre oleadas de deseo y ambición que se encuentran y se comunican, en ellos el varón parece condenado a aparecer como víctima o verdugo (o una y otra cosa de manera sucesiva) de mujeres siempre devoradoras, aun cuando son más débiles que él, más todavía cuando resultan más fuertes. La femme fatale como estereotipo de género...
Es en este sentido en el que Sorry, wrong number constituye un ejemplo a notar: no porque se salga de la norma, sino precisamente por lo extremado de su discurso misógino. No sólo en la trama argumental, sino también eu su puesta en imágenes.
En efecto, conviene comenzar llamando la atención sobre la particularidad de los movimientos de cámara de la película a lo largo de la mansión en la que Leona (Barbara Stanwyck) se debate, inerme, mientras, merced a diversas llamadas telefónicas (y a los correspondientes flash-backs que visualizan buena parte de lo que sus interlocutores le cuentan) va conociendo y reconstruyendo lo que ha sucedido hasta llegar a colocarla, en ese momento y en ese lugar, a merced del asesino a sueldo que su marido Henry (Burt Lancaster) ha contratado. Mientras el teléfono suena, mientras Leona se debate, se lamenta, gimotea y grita, la cámara recorre una y otra vez, incansable, los espacios oscuros y sombríos de la mansión. Dejando reiteradamente de manifiesto que Leona está sola, indefensa, perdida.
Luego, son aquellos flash-backs los que van poniéndonos en antecedentes (a la protagonista, pero también a nosotr@s, espectador@s) de cuanto ha sucedido hasta ese momento, en la sombra. Descubriremos en dichos flash-backs que Leona, la víctima, ostenta una responsabilidad moral grave en "provocar" (en hacer posible) que todo lo que la ha llevado hasta allí, hasta esa situación, haya sucedido. Que la víctima, en suma, no parece tan inocente...
Y, entonces, los movimientos de cámara a lo largo de la mansión solitaria, mientras Leona espera a su asesino (y comienza a descubrir que lo será), se convierten en un auténtico juego macabro, en una broma, una humorada: la víctima que no conoce que lo es, la víctima que en realidad se ha llegado a colocar a sí misma, merced a su maldad, en esa situación. Mientras, la cámara baila por las habitaciones, escuchamos sus lamentos, quejidos y gritos.
El asesino (cuyo rostro se nos oculta) actúa, Leona muere. Suena el teléfono: "Sorry, wrong number!", exclama él, al contestar. ¡Qué sarcasmo, que broma deliciosa! Una mujer ha muerto, pero en realidad era su culpa, "se lo buscó"...
Exacerbación de la misoginia, notable panfleto: en su ligereza (sin duda, divertida, brillante), tan siniestro.