"Mi admiración sin límites por los entusiastas proviene de mi incapacidad para comprender su existencia en un mundo donde la muerte, la nada, la tristeza y la desesperación componen un séquito siniestro. Que existan personas incapacitadas para la desesperación es algo que me turba y me impresiona. (...)
El entusiasta es una persona particularmente insensible a los problemas. Puede comprender muchas cosas, pero no las incertidumbres dolorosas ni la sensibilidad caótica del ser torturado. (...) La euforia de los entusiastas se debe, precisamente, al hecho de que ignoran la tragedia del conocimiento. (...) En el entusiasmo -al igual que en la gracia o en la magia- el espíritu no se opone antinómicamente a la vida . El secreto de la felicidad reside en esa indivisión inicial que mantiene una unidad inatacable, una convergencia orgánica. El entusiasta ignora la dualidad -ese veneno. Ordinariamente la vida permanece fecunda únicamente a costa de tensiones y de antinomias, de todo lo que tiene algo que ver con el combate. El entusiasmo, por su parte, supera ese combate para elevarse por encima de lo trágico, para realizar un amor exento de sexualidad."
E. M. Cioran, Pe culmile disperării (=En las cimas de la desesperación)