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lunes, 25 de mayo de 2015

The amazing Dr. Clitterhouse (Anatole Litvak, 1938)


Tan sólo unas líneas para llamar la atención sobre esta pequeña película, más por su temática que por su valor estético (que es muy limitado).

En efecto, la trama de la historia narrada resulta, para un penalista, digna de atención: el doctor Clitterhouse (Edward G. Robinson) es un médico (neurólogo, parecería, aunque no se detalle mucho) interesado en investigar las causas biológicas del delito. Para ello, y ante la dificultad de poder examinar en vivo y en directo los síntomas corporales que exhiben los delincuentes en el momento en el que están cometiendo sus delitos, opta por experimentar sobre sí mismo: por cometer él mismo crímenes, a fin de autoexaminarse.

La trama se complica luego con la organización de una auténtica banda criminal, dedicada al robo, que al tiempo se convierte en el conjunto de los sujetos experimentales de las investigaciones de biología criminal del doctor.

Finalmente, el doctor acaba implicándose en la comisión de un homicidio (y siendo capturado por ello). Momento en el que descubre que, en realidad, él mismo manifiesta los mismos síntomas de excitación, al matar a una persona, que aquellos -"criminales" natos, podríamos decir- a quienes viene estudiando. Él también es un criminal, pues, nato. O bien -alternativa no menos siniestra- es una personal "normal" (socialmente integrada), pero entonces está "loco".

Como se verá, se trata de una trama centrada en algunos de los dilemas más incómodos que atenazan, un día sí y otro también, a la Criminología (las causas del delito, la personalidad de los delincuentes, la modificabilidad de su conducta) y a la Dogmática jurídico-penal (el contenido y límites de la culpabilidad).

Tratada, eso sí, en un tono de comedia criminal: no de modo dramático, sino más bien ligero, optimista, superficial. (Al modo, para entendernos, de la serie de comedias criminales que William Powell protagonizó, también a lo largo de los años 30, encarnando al "hombre delgado".)

En fin, una curiosidad. Recomendada, pues, específicamente para penalistas.




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