Los episodios de violencia colectiva, de masacre, en los que grupos enteros de población son víctimas de la violencia a manos de quienes ostentan el poder suelen ser presentados, con demasiada frecuencia, como una suerte de erupciones, de "irracionalidad", que puntúan de forma esporádica el curso de una historia inevitablemente conflictiva: sería, así, una especie de "momentos febriles" en el curso de los conflictos; únicos, sin un significado preciso y aprehensible, y abocados a una extinción que -cual fuegos fatuos- apenas dejaría rescoldos.
Se trata, desde luego, de una concepción errada (e intencionadamente errónea). Porque, en realidad, las masacres tienen lugar en el marco de procesos de dominación violenta mucho más extendidos: no son sino el acmé de cursos de acción violentos prolongados en el tiempo con algo menos de intensidad. Y porque, además, por su capacidad para quebrantar la normalidad (¡aun la normalidad de la dominación violenta!), las masacres constituyen acontecimientos preñados de consecuencia, para los perpetradores, para las víctimas y para la comunidad.
Footnotes in Gaza, la novela gráfica de Joe Sacco que hoy comento (hay versión castellana, publicada por Mondadori, Barcelona, 2010), es un excelente espacio de elaboración y de tematización narrativa de estas ideas. La novela narra la experiencia de su autor intentando documentar un par de masacres que las tropas israelíes cometieron contra la población civil palestina de Gaza durante la guerra árabe-israelí de 1956, en Khan Younis y en Rafah.
Pero lo característico, y más relevante, de la experiencia narrativa es, primero, que el relato de las masacres no es expuesto de un modo lineal, sino que se va reconstruyendo de manera fragmentaria, a partir de los testimonios (necesariamente sesgados, contradictorios, incompletos) de quienes, cincuenta años después, son invitad@s, y aun forzad@s, a recordar algo que vivieron de forma extremadamente traumática siendo niños, o muy jóvenes. Se logra con ello no sólo realzar el realismo del relato (que no se atiene a ninguna versión oficial, lineal y mono-causal de la historia, sino que muestra más bien la realidad de la miríada de experiencias individuales -de miedo, de sufrimiento, de represión- de las que la historia de una masacre necesariamente está compuesta), sino también, además, poner de manifiesto las facetas emocionales de la experiencia de las víctimas. Se escucha, así, directamente, esas voces: asustadas, humilladas, dolidas, indignadas,...
Por otra parte, en segundo lugar, el relato de la investigación que Sacco y sus colaboradores locales realizan acerca de las masacres de 1956 se enmarca dentro de un espacio y un tiempo fatalmente condicionados por la realidad de la constante y masiva violación de los derechos humanos de la población civil palestina a manos del régimen ocupante, y colonizador, israelí. Y, de este modo, los horrores del ayer (y los rencores a que dieron lugar) tienen su continuidad en la persistencia del conflicto y de la opresión en el momento en el que la voz narrativa se alza. ¿Para qué investigar lo que ocurrió hace cincuenta años, si hoy siguen pasando cosas semejantes e igual de graves? Es ésta una pregunta que una y otra vez le hace la población local al narrador, y éste se plantea, explícitamente, en la novela. Y Sacco (se) responde que es preciso explorar las raíces, en la opresión pasada, de la actual opresión, puesto que aquellas masacres marcaron -señalaron- a todos los participantes (perpetradores y víctimas) y a sus comunidades.
De este modo, la tarea del narrador y dibujante es reconstruir gráficamente aquellos luctuosos hechos. Como él mismo dice, el "diseño de decorados" y la "dirección" de las escenas narradas es responsabilidad del narrador, puesto que, en una novela gráfica, no se trata tan sólo de dar la palabra a l@s testigos de cuanto ocurrió, sino que hay también que convertirlo en imágenes (siempre imaginarias, en todo caso), que deben intentar plasmar del modo más fiel (a la memoria) posible cuanto los testimonios hayan puesto de manifiesto, para trasmitirlos del modo más vívido a l@s lector@s contemporáne@s.
Una obra, pues, que tiene mucho que enseñarnos, me parece: no sólo acerca de cómo se ha desenvuelto históricamente la opresión israelí sobre el pueblo palestino, sino también (y, tal vez, sobre todo) acerca de cómo representar fenómenos tan problemáticos, en términos estéticos, como las (masivas) violaciones de los derechos humanos.