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lunes, 21 de julio de 2014

Las manos de James Stewart


Es The naked spur (Anthony Mann, 1953) una película violenta, extremadamente violenta: no tan sólo por su trama, sino -acaso, sobre todo- por sus formas. Por el modo en que James Stewart -que encarna a Howard Kemp, el protagonista- interpreta su papel (exagerando el gesto); como también por el recurso abundante a la inserción de planos de detalle y de primeros planos, de los cuerpos de los actores, así como a rápidas panorámicas.

Insertos de rostros crispados. Insertos de manos: Howard Kemp, con las manos crispadas sobre el revolver, entregando su recompensa a su ayudante Jesse (Millard Mitchell), agitándolas en muda desesperación...

Y es que, en realidad, nos hallamos, ante todo y sobre todo, delante de un western de temática eminentemente filosófica. Esas manos de Howard Kemp, siempre tan agitadas (siempre tan en primer plano), y esa cámara que se agita (mediante encuadres y movimientos, pero también -como apuntaba- a través del montaje de insertos), vienen a ser la plasmación visual de lo que parece ser la auténtica historia de la película: una historia que versa sobre ética.

Sobre la hybris: un individuo que se halla al borde del abismo moral, abandonado a su desesperación. Y que, sin embargo, auxiliado por la sensación de volver a ser reconocido por alguien (por el amor de Lina -Janet Leigh-, al fin y al cabo, seguimos estando en una película clásica de Hollywood...) como una persona relevante, y por la esperanza que ello le suscita, logra evitar la corrupción moral.

Sobre la corrupción: el individuo se corrompe moralmente cuando renuncia de hecho a todo aquello en lo que en principio cree. Y sólo recupera su condición moral cuando elabora un proyecto de vida conforme a dichas creencias. La ética es, pues, ante todo, integridad. (Pero la integridad moral exige también, entonces, esperanza: sin esperanza, la amoralidad ha de imperar, necesariamente.)

Sobre el fundamento de la ética: la ética resulta imprescindible, porque sólo ella nos permite mantenernos orientados, en este mundo sin sentido. Sin ella, estamos desesperados.


Sobre el contenido de tal ética: sólo hay moral allí donde existen auténticamente res extra commercium: cosas (personas, valores, objetos, ideas,...) que, como el cadáver de Ben (Robert Ryan), queda establecido que no puedan ser intercambiadas; que no puedan ser sometidas, en ningún caso, a la razón meramente instrumental.

Ben no lo comprende (es un instrumentalista puro, un amoral), como tampoco, en un principio, Howard: obsesionados como están ambos con lograr las finalidades que respectivamente persiguen; con los aspectos meramente instrumentales de su actuar, en suma. Y tendrá que ser Lina, en su inocencia (en su incapacidad para razonar en términos instrumentales -por supuesto, The naked spur es una película, pese a todo, netamente sexista), quien les recuerde lo que existe más allá. Y quien, en el caso de Howard, logre redimirle, recuperarle, para el ámbito del comportamiento moral.

Y, de este modo, las manos de James Stewart dejarán de temblar y agitarse: volverán a abocarse a construir, su (renovado) proyecto.




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