Si deseo llamar la atención sobre esta pequeña película independiente alemana, no es por sus virtudes formales: en este sentido, Oh Boy atesora todas las virtudes y todas las limitaciones de sus referentes (el cine independiente norteamericano, empezando por Jim Jarmusch). Y no destaca particularmente, ni por su originalidad ni por su penetración; ni en el plano dramático, ni tampoco en el formal.
No obstante, he hallado en la película -y es cuanto quisiera destacar de ella- algo que, pese a todo, resulta interesante: una plasmación bastante convincente de esa sensación, que atenazará con frecuencia a quien no se haya dejado absorber plenamente por la (vana) pretensión de ser "completamente racional" en la configuración de su existencia, de que todo a tu alrededor, todos y todas l@s que te circundan, te resultan enigmáticos e incomprensibles, a causa de los motivos que les mueven y las preocupaciones que les ocupan. Tal el estado (de perplejidad) de Niko (Tom Schilling), el protagonista de la película.
Y, aun cuando lo cierto es que la forma dramática y audiovisual de mostrarlo resulte en extremo artificiosa, no creo que deba pasarse por alto el esfuerzo por volver a penetrar (más de lo que, por desgracia, acostumbra la mayor parte del cine de procedencia "independiente" -en el sentido norteamericano del término) a través del cine en las realidades existenciales de la desorientación y de la búsqueda del sentido. Hubo un tiempo en que era esto, precisamente, lo que caracterizaba el mejor "cine independiente", convendría no olvidarlo, recuperar dicho idealismo. Incluso aunque, en la persecución de tales realidades, prácticamente siempre fracase. (Pero hay fracasos que, estéticamente, pasarían por auténticas victorias...)