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martes, 1 de octubre de 2013

Tomboy (Céline Sciamma, 2011)


Tomboy es, indudablemente, una película de tesis: que pretende ejemplificar las maneras en las que el género (y el heterosexismo) son implantados sobre los cuerpos y sobre las mentes de las mujeres, por encima de sus pulsiones espontáneas y por imperiosa obligación socialmente condicionada.

Es cierto, no obstante, que resulta mucho más visitable, y disfrutable que otras películas con similar pretensión. (Películas que, demasiado habitualmente, sólo pueden interesar, como refuerzo, a quien comparta la tesis de partida y, además, guste de ver reafirmadas en la pantalla sus creencias. Pero que nos aburren a tod@s l@s demás.)

Y es más disfrutable, porque la directora sabe controlar el material potencialmente melodramático que maneja (¿por qué, me pregunto, existe esa tendencia irrefrenable a usar y abusar de la retórica del melodrama en el cine político?) y no llevarlo hasta el extremo: presentándonos un caso de represión sexista en la preadolescencia y realizado a través de formas (relativamente) "suaves". Pese a ello, no se resiste a ofrecernos algunas pinceladas melodramáticas, aun rebajadas de tono...

Y es disfrutable, además, porque la dirección de actores y actrices infantiles resulta portentosa, de manera que sus interpretaciones transmiten una frescura que hace posible -por esta vía formal- que se desencajen y aireen los tópicos (la represión, el miedo, el disimulo, el deseo, las ansiedades) que se nos están narrando.

Pese a todo, uno (que, desde luego, es poco amigo del cine de tesis) no puede dejar de preguntarse cuánto más interesante no hubiese sido que la narración se concentrase más bien sobre otras dos cuestiones, presentes en la trama, pero de un modo secundario, que me parecen mucho más sugestivas, por menos exploradas (que la de los mecanismos de la represión): de una parte, las mentalidades y dilemas de unos padres (presentados en la película como "modernos" y "progresistas"), cuando se sienten en la obligación de ejercer su poder e imponer las marcas de género y el patrón heterosexista a una hija que, hasta entonces, parece haber vivido bastante libre y feliz; de otra, qué es lo que realmente puede conducir a la niña Laure (Zoé Héran) a querer parecer lo que -le dicen- no puede nunca llegar a ser.


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