Soy consciente de incurrir en el "pecado" de la sobreinterpretación, pero, al contemplar Prisoners (que, por lo demás, vista como una película de género, no posee gran originalidad: una muestra más de ese cine sobre la fantástica figura del "psicópata" que, dentro del género criminal, tanto prolifera, aquí apoyándose en imágenes retóricamente oscuras y pretendidamente "duras"), no puedo dejar de pensar que resulta ser una metáfora casi perfecta de una sociedad -la norteamericana, pero también otras- incapaz de comprenderse a sí misma, zarandeada por las emociones escondidas y las tensiones irresueltas, y que recurre a la violencia y a la represión (también penal) para ocultar, y ocultarse, estas inaceptables realidades.
En efecto, la forma en la que las instituciones del Estado (representadas aquí por la policía de investigación criminal) se revelan incapaces de penetrar en la opacidad -que aparece como impenetrable- de la realidad social, para detectar disfunciones (y delincuentes). Pero, sobre todo, el modo en que un@s ciudadan@s aterrad@as, carentes de una moralidad suficientemente clara y conscientes de la impotencia de las instituciones, optan por intentar "solucionar" ell@s mism@s el problema, y cómo ello desemboca en una praxis (problemática, sí, pero, de cualquier forma, en último extremo) irrestricta de la violencia, que recae no sobre verdaderos culpables, sino sobre chivos expiatorios elegidos por su posición en la estructura social (¡esos dos pobres niños perdidos, Alex Jones -Paul Dano- y Ralph Dover -Dylan Minnette!). Todo ello, sugiere mucho que pensar, acerca de la forma en la que la represión penal opera, en el encauzamiento de los miedos sociales, de modo no necesariamente justo, ni eficaz.