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jueves, 18 de abril de 2013

Colin Flint/ Peter Taylor: Political Geography


Este libro (5ª ed., Pearson, 2007) constituye un intento -más que convincente, diría yo- de realizar una presentación sistemática de la materia propia de la Geografía política: las relaciones entre la acción política (en el más amplio sentido de la expresión: tanto las acciones de los poderes como las acciones de resistencia a dichos poderes) y el espacio físico. O, de otro modo, la forma en la que la acción política se materializa sobre el espacio, configurándolo.

Se trata, por consiguiente, de estudiar los medios a través de los que la dinámica política convierte el espacio -magnitud física- en el que la interacción social tiene lugar en un espacio estructurado: estructurado en unidades espaciales ("lugares"), objeto de prácticas de poder (y de resistencia al poder) diferenciadas y que constituyen el marco espacial efectivo (y limitado) de la acción y de las identidades políticas. Para decirlo de forma negativa: la acción política no tiene lugar en el éter, sino que cada acción política solamente es concebible en un espacio (en un lugar) dado, y la mayoría de las veces no resultaría imaginable en ningún otro lugar (o, en todo caso, revestiría unas características completamente distintas).

En este sentido, la primera y principal virtud de la obra es su ambición de elaborar una sistematización global e internamente articulada de esas relaciones entre política y espacio, en todos sus niveles. Para ello, se apoya en la teoría del sistema-mundo (desarrollada inicialmente por Immanuel Wallerstein), que intenta (a mi entender, de forma harto satisfactoria) interconectar, desde el punto de vista económico y político, las diversas unidades territoriales configuradas existentes en el planeta (imperios, regiones, estados), explicando desde el punto de vista histórico la manera en la que, a partir de las transformaciones históricas de los siglos XV y XVI, todas ellas han venido a integrarse en un único sistema económico (capitalista), dotado de un centro y de una periferia (que, como se destaca con acierto en el libro, no son tan sólo conceptos espaciales, sino también -y de una forma eminente- conceptos políticos, atinentes a las posiciones de poder relativo ocupadas por las distintas unidades territoriales dentro del sistema-mundo). Y, al poner en relación la política con la economía, aporta un enfoque más amplio en relación con el modo en el que el ciclo económico de la acumulación (y de la crisis) propio de la economía capitalista incide sobre las posibilidades de acción política existentes en cada momento histórico.

Sobre esta base, los autores son capaces de explicar y analizar convincentemente tanto las funciones que, dentro del actual sistema-mundo, cumplen los diferentes niveles espaciales, como las dinámicas políticas que se desarrollan en el espacio acotado de cada uno de ellos.

Se examina, así, primero el nivel de los imperios, analizando las relaciones estructurales entre el centro y la periferia en el marco de los mismos, los códigos (geopolíticos) conforme a los que elaboran sus estrategias las potencias hegemónicas y las estrategias disponibles para las áreas periféricas.

Se analiza luego el papel de los estados en el sistema-mundo. Dicho papel tiene que ver fundamentalmente con el favorecimiento de la acumulación de capital, a través de dos vías: en el plano interno, controlando los conflictos de clase entre capital y trabajo; pero también en el plano internacional, interviniendo en la competencia inter-capitalista, en favor de ciertos sectores de la burguesía y en contra de otros.

Desde esta perspectiva, se realiza también un muy sugerente análisis de las dinámicas políticas (electorales), mediante un desdoblamiento de dichas dinámicas en dos canales de interacción política, independientes (aunque interrelacionados): el canal del ejercicio del poder político, orientado hacia la racionalización, a través de la organización burocrática que sustenta los estados, de las prácticas (de acumulación) del capital, plasmada en los programas políticos; y el canal de la búsqueda de legitimidad política para dichas prácticas, mediante la movilización y la propaganda políticas (en torno fragmentos seleccionados de dichos programas). Se destaca cómo la coexistencia de ambos canales plantea, en cada momento (del ciclo económico) y en cada lugar (del sistema-mundo: centro o periferia), posibilidades diferentes de coordinación y/o de conflicto entre las acciones políticas orientadas más hacia la racionalización del funcionamiento del capital y las orientadas más bien hacia la obtención de legitimidad.

Por fin, se lleva a cabo un estudio de las naciones en tanto que construcciones culturales, generadoras de identidad y de solidaridad (y de los nacionalismos, en tanto que estrategias políticas que emplean dichas construcciones culturales.

E igualmente, otro examen de la construcción (cultural) de los "lugares", de lo local: allí donde las experiencias (culturales) de los individuos y de los grupos son efectivamente experimentadas. Se apunta que existe, inevitablemente, una cierta tensión entre la política local y la política supralocal (localidad y estado, localidad e imperio, localidad y sistema-mundo). Y se analiza la forma en la que los lugares son espacios para la acción del poder, pero también para la resistencia. Y cómo de hecho la propia definición de la escala de una acción política (local o supralocal) constituye ya una cuestión sujeta al conflicto.

En suma, como destacan los autores, la espacialidad incide sobre la acción política al menos en tres facetas: en el plano material (de la acumulación de capital y de las prácticas de poder), en el plano ideológico (de construcción de las identidades) y en el plano de la experiencia directa -individual y grupal- en la acción política. Cada uno de estos aspectos de la dinámica política está, en todos los casos, condicionado firmemente por el lugar (y la inserción del mismo en el sistema-mundo) en el que la praxis, la identidad o la experiencia se producen: porque es el lugar el que determina las posibilidades reales de acción (para ejercer o para resistir al poder, para construir o reconstruir la identidad, para actuar de una u otra forma).


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