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viernes, 29 de marzo de 2013

Sensación, novedad, modernidad... nihilismo


"En algunos pasajes centrales de Poe y Baudelaire se yergue el concepto de lo nuevo. En el primero, en su descripción del «maelstrom», de cuyo espanto, asociado allí con «the novel», ninguna delas referencias comunes pueden dar idea; en el segundo, en la última línea del ciclo «La mort», donde elige la precipitación en el abismo -no importa si cielo o infierno-, «au fond de l'inconnu pour trouver du nouveau». En ambos casos se trata de una amenaza desconocida a la que el sujeto se encomienda y que en su vertiginosa alteración promete el placer. Lo nuevo, un agujero de la conciencia, algo que se espera con los ojos cerrados, parece la fórmula en la que el horror y la desesperación adquieren valor de estímulo. Ella hace del mal una flor.

Pero su liso perfil es un criptograma de la más unívoca de las reacciones. Encierra la respuesta precisa del sujeto a un mundo que se ha vuelto abstracto, como es el de la era industrial. En el culto de lo nuevo, y, por ende, en la idea de la modernidad, alienta la rebelión contra el hecho de no haber ya nada nuevo. La indistinción de los bienes producidos por las máquinas, la red de la socialización, que atrapa por igual a los objetos y a la visión que de ellos se tiene asimilándolos, transforma todo cuanto encuentran en algo que estaba ya ahí, en eventual ejemplo de una especie, en duplicado del modelo. El estrato de lo no pensado con anterioridad, de lo carente de intención, único lugar donde las intenciones prosperan, parece exhausto. Con él sueña la idea de lo nuevo. Inasequible, lo nuevo ocupa el lugar del Dios derribado en respuesta a la primera consciencia  del ocaso de la experiencia. Pero su concepto permanece dentro del círculo de la enfermedad que padece la experiencia, y de ello da fe su carácter abstracto, impotentemente vuelto hacia la concreción que se le escapa. Sobre la «prehistoria de la modernidad» puede ser ilustrativo el análisis del cambio de significado operado en la palabra «sensación», sinónimo exotérico de lo «nouveau» baudelairiano. La palabra se generalizó en la cultura europea a través de la teoría del conocimiento. En Locke significa la simple e inmediata percepción, lo contrario de la reflexión. Después se convirtió en el gran enigma, y finalmente en lo excitador de las masas, lo destructivamente embriagador, el «shock» como bien de consumo. El percibir algo, lo que fuere, sin preocuparse de la calidad, sustituye a la felicidad porque la omnipotente cuantificación ha eliminado la posibilidad de la percepción misma. La plena referencia de la experiencia a la cosa ha sido reemplazada por lo meramente subjetivo a la vez que físicamente aislado, por una sensación que se agota en la oscilación del manómetro. De esta suerte, la emancipación histórica respecto del ser en sí se convierte en la forma de la intuición, un proceso del que dio cuenta la psicología de las sensaciones del siglo XIX reduciendo el substrato de la experiencia a mero «estímulo», de cuya peculiar naturaleza las energías específicas de los sentidos serían independientes. (...)

(...) La humanidad, desesperando de su reproducción, proyecta desvanecida el deseo de supervivencia en la quimera de la cosa nunca conocida; pero ésta se asemeja a la muerte. Señala el ocaso que supone una constitución general que virtualmente no necesita de sus miembros."

Theodor W. Adorno, Minima Moralia, §150


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