(Adhesiones:
Sesenta y ocho años después de la Segunda Guerra Mundial y la derrota del fascismo y del nazismo, se asiste en casi toda Europa al ascenso de la extrema derecha. Pero, fenómeno aún más inquietante, se ve cómo se desarrollan a la derecha de esta extrema derecha fuerzas directamente neonazis que, en ciertos casos (Grecia, Hungría…) se enraízan en la sociedad formando verdaderos movimientos populares de masas, radicales, racistas, ultraviolentos y pogromistas cuyo objetivo declarado es la destrucción de toda organización sindical, política y cultural de los trabajadores, el aplastamiento de toda resistencia ciudadana, la negación del derecho a la diferencia y el exterminio -incluso físico- de los “diferentes” y de los más débiles.
Aprovechándose del miedo de los pudientes ante los riesgos de explosión social, así como de la radicalización de las clases medias alcanzadas por la crisis y las draconianas políticas de austeridad, y de la desesperación de los parados marginados y pauperizados, la extrema derecha y las fuerzas neonazis y neofascistas se estan desarrollando en toda Europa; y adquieren una influencia de masas sobre las capas desheredadas a las que dirigen sistemáticamente contra tradicionales y nuevos chivos expiatorios (los inmigrantes, los musulmanes, los judíos, los homosexuales, los minusválidos…) así como contra los movimientos sociales, las organizaciones de izquierda y los sindicatos obreros.
Es cierto que la influencia y la radicalidad de esta extrema derecha no son las mismas en toda Europa. Sin embargo, la generalización de las políticas de austeridad draconiana tiene como consecuencia que el ascenso de la extrema derecha sea ya un fenómeno casi general. La conclusión es evidente: el hecho de que el ascenso impetuoso de la extrema derecha y la emergencia de un neofascismo ultraviolento de masas no sea ya la excepción a la regla europea obliga a los antifascistas de este continente a enfrentarse a este problema en su justa dimensión, es decir, ¡en tanto que problema europeo!
Pero decir esto no basta si no se añade que la lucha contra la extrema derecha y el neonazismo es de una urgencia absoluta. En efecto, en varios países europeos la amenaza neofascista es ya tan directa e inmediata que transforma la lucha antifascista en combate de primerísima prioridad, en el que está en juego la vida o la muerte de la izquierda, de las organizaciones obreras, de las libertades y de los derechos democráticos, de los valores de solidaridad y de tolerancia, del derecho a la diferencia. Decir que estamos en una carrera contra la barbarie racista y neofascista corresponde ya a una realidad verificada cada día en las calles de nuestras ciudades europeas…
Vista la profundidad de la crisis, las dimensiones de los desastres sociales que provoca, la intensidad de la polarización política, la determinación y la agresividad de las clases dirigentes, la importancia de los objetivos históricos del enfrentamiento en curso y la amplitud del ascenso de las fuerzas de la extrema derecha es evidente que el combate antifascista constituye una opción estratégica que exige una seriedad organizativa y una dedicación política y militante a largo plazo. En consecuencia, la lucha antifascista debe estar estrechamente ligada al combate cotidiano contra las políticas de austeridad y el sistema que las genera.
Para resultar eficaz y responder a las expectativas de la población, la lucha antifascista debe organizarse de forma unitaria y democrática y ser producto de las propias masas populares. Ciudadanas y ciudadanos deben organizar su lucha antifascista y su autodefensa ellos mismos. Al mismo tiempo, para resultar eficaz esta lucha debe ser global, confrontando a la extrema derecha y el neofascismo en todos los terrenos donde se manifiestan el veneno del racismo y de la homofobia, el chauvinismo y el militarismo, el culto de la violencia ciega y la apología de las cámaras de gas (y de Auschwitz). En suma, para ser eficaz a largo plazo, el combate antifascista debe proponer una visión diferente de la sociedad, diametralmente opuesta a la propuesta por la extrema derecha: es decir, una sociedad fundada en la solidaridad, la tolerancia y la fraternidad, el rechazo al machismo, el rechazo a la opresión de las mujeres y el respeto del derecho a la diferencia, el internacionalismo y la protección escrupulosa de la naturaleza, la defensa de los valores humanistas y democráticos.
¡Este movimiento antifascista europeo debe ser el heredero de las grandes tradiciones antifascistas de este continente! Debería plantear las bases de un movimiento social dotado de estructuras, con una actividad cotidiana, que penetre toda la sociedad, que organice a los ciudadanos antifascistas en redes según sus trabajos y profesiones, su lugar de residencia y sus sensibilidades, que lleve a cabo un combate en todos los frentes de las actividades humanas y que asuma plenamente la tarea de la protección incluso física de los más vulnerables de nuestros conciudadanos, de los inmigrantes, de los gitanos, de las minorías nacionales, de los musulmanes, de los judíos o los homosexuales, de todos aquellos y aquellas que son sistemáticamente víctimas del racismo de Estado y del hampa fascista.
Porque la necesidad de la movilización antifascista a escala europea se hace cada día más urgente, quienes firmamos este manifiesto llamamos a la constitución de un Movimiento Antifascista Europeo unitario, democrático y de masas, capaz de enfrentarse y vencer a la peste parda que levanta la cabeza de nuevo en nuestro continente. Haremos todo lo posible para que el congreso constitutivo de este Movimiento Antifascista Europeo, cuya urgente necesidad sentimos, se celebre en Atenas en la primavera de 2013, y venga acompañado de una gran manifestación antifascista europea en las calles de la capital griega.
¡Esta vez la historia no debe repetirse!
¡NO PASARÁN!