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miércoles, 12 de diciembre de 2012

L'Apollonide (Bertrand Bonello, 2011)


Sin duda alguna, L'Apollonide (Souvenirs de la maison close) es un raro artefacto cinematográfico. (Así califica la película, certeramente, Carlos Losilla, en su crítica de la misma en Caimán. Cuadernos de Cine -nº 8, septiembre 2012.) Con una puesta en imágenes que puede parecer -engañosamente, según creo- como "preciosista" y un argumento que preserva siempre el equilibrio entre el drama, la evocación aparentemente nostálgica e historicista, podría creerse, en un primer momento, que nos hallamos ante otra más de tantas reconstrucciones narrativas de "páginas de la historia", casi siempre tan estilizadas como carentes de vida... con la única particularidad (¡pero qué particularidad, en verdad!) de que se reconstruirían escenas en la vida de un prostíbulo decimonónico.

Podría parecerlo. Y, sin embargo, lo cierto es que la película de Bertrand Bonello preserva su halo: no, no estamos ante otra versión -una "francesa", más atrevida- del cine de James Ivory. (En este sentido, el uso de música extradiegética completamente anacrónica -rock y pop- en su banda sonora resulta ya un indicio bastante llamativo de que ello es así.) Hay algo más.

O, por mejor decir: es posible ver algo más. Pues, dado lo enigmáticas que resultan tanto las imágenes como la dramatización que las mismas muestran, uno tan sólo puede arriesgarse a sugerir una interpretación, acerca de su significación y de una posible forma de leerlas. He aquí la mía:

Sugiero que la película debería ser vista como -por expresarlo de algún modo- una película de Luchino Visconti, aunque desnudada de su halo trágico bigger than life. Pero que, pese a ello, hay mucho de la estética de Visconti en las imágenes de L'Apollonide: acaso la parte menos superficial de dicha estética; acaso cuanto tiene que ver con el realismo (más propiamente: con la correspondencia entre la representación y las estructuras sociales reales) y, además, con la representación del drama que la realidad hace ceñirse sobre las cabezas de l@s desheredad@s.

Apunto también que, precisamente, lo que hay en L'Apollonide es un (bien que lento, mórbido, con alguna delectación) descenso: un descenso desde las "cimas" de los fantasmas idealizados del deseo sexual (masculino, por supuesto) hasta la materia. La película, en efecto, se inicia y desarrolla inicialmente en el plano de lo simbólico: los varones que frecuentan el prostíbulo, sus fantasías sexuales, la comunicación (verbal y corporal) con las mujeres prostituidas, la forma en la que los unos y las otras se adaptan al mutuo acoplamiento (no sólo sexual)...

Y, sin embargo, la narración desciende, hacia los abismos: de lo material. De forma progresiva, contemplamos cómo los deseos masculinos, su realización (y aun su simple evocación), se cobra un precio crecientemente inadmisible -desde el punto de vista moral, y aun político- sobre los cuerpos de las mujeres que se hallan a su servicio; de los cuerpos de las prostitutas. Heridas y sífilis, depresión y explotación. Mujeres (personas) sin futuro, y aun sin presente.

De forma (aparentemente) inesperada, todo acaba por evocar los tintes de un drama sórdido, del peor tremendismo. Pero ocurre que sabemos que en realidad se trata de un drama realista: nada ha sido exagerado. Los ensueños (masculinos) acaban por plasmarse en pesadillas (femeninas).

¿Qué mejor forma, entonces, de evocar, en términos narrativos, la violencia de género?

Llamo la atención, en fin, sobre las escenas finales de la película: aquellas en las que las prostitutas ("refinadas") de la maison close se han transformado, en nuestra época, en mujeres que "hacen la calle" al borde de las carreteras que tod@s transitamos, ignorando su presencia (o no). Me parecen, de hecho, estas algunas de las escenas decisivas, para interpretar correctamente (o, al menos, del mejor modo posible) este aldabonazo: porque no recurre a los manidos tópicos del melodrama más paternalista y manipulador; porque es capaz de representar al tiempo (y en constante interacción)  las mentes de los dominadores y las mentes y -sobre todo- los cuerpos de las dominadas.




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