Reelaboración de un episodio que pretendía enfrentar a Batman a Al-Qaeda, del que conserva prácticamente los personajes, la ambientación y la trama, uno no puede leer y mirar Holy Terror sin repugnancia (moral), sin reservas (estéticas)... y, sin embargo, tampoco sin fascinación (visual). (Hay edición española de Norma, Barcelona, 2012.)
Frank Miller se ha caracterizado por infundir en el mundo del cómic una visión extremadamente oscura de la realidad; y, en particular, de la realidad social. (Podríamos decir, si no constituyese hasta cierto punto -pero sólo hasta cierto punto- una exageración, que sus fuentes ideológicas están ante todo en Juan Donoso Cortés y en Carl Schmitt.) Así, tanto su serie acerca de Batman como la que ha dedicado a Sin City presentan una sociedad corrompida y una política banal. Necesitadas de una autoridad política ideal. Y, para ello, de decisión (en el sentido schmittiano del término).
Todo ello está presente también en Holy Terror. Sin embargo, el nivel de simplificación, de simplismo, del guión de esta novela gráfica hace que los resultados se resientan.
Reconozcamos, sin embargo, para empezar, que el grafismo de la novela de Miller sigue siendo muy atrayente: su capacidad para componer viñetas visualmente cargadas, con una estructura muy geométrica y una enorme expresividad, no puede ser puesto en duda.
Pese a ello, es cierto que, en el aspecto dramático, en Holy Terror desaparece la riqueza que, en otras obras previas de Miller, conllevaba el hecho de que la oscuridad estuviese también presente dentro de sus héroes. Aquí, por el contrario, un exceso de maniqueísmo ideológico, unido a la falta de detenimiento en la descripción de los personajes (ni The Fixer ni Natalie Stack, los dos protagonistas, son descritos con la profundidad que lo era, por ejemplo, Batman), hacen que la lucha sea entre el Bien (Empire City) y el Mal (Al-Qaeda). Sin mayores matices. Lo cual, por supuesto, resulta muy poco interesante, puesto que no es ni realista ni sugestivo.
Y es que ocurre, por otra parte, que, en el plano temático, Miller es capaz de avanzar mucho más allá del más burdo discurso racista e islamófobo (y pro-sionista), apegado a la versión más torpe de la "guerra de civilizaciones". (No es casual, pues, la dedicatoria final de la obra a Theo Van Gogh.)
En este sentido, podríamos conformarnos con la abominación y el escándalo moral, ante tamaña sandez ideológica. No obstante, me parece más interesante, a los efectos de aprender siempre algo aun de lo más abyecto, destacar la forma que adopta este discurso "antiterrorista", puesto que tal análisis puede resultar esclarecedor:
- Identificación con las víctimas: La obra parte del sufrimiento de las víctimas (del "terrorismo"). Y ello es lo que pretende justificar cualquier acción realizada posteriormente "en su nombre". Por supuesto, es esto un truco retórico burdo, falaz (¿cuántas víctimas compartirían la afición por la tortura de los "guerreros antiterroristas"?). Mas, como sabemos, no es infrecuente su empleo...
- Deshumanización de los enemigos: Lo advirtió ya Carl Schmitt: el discurso "antiterrorista" liberal (al igual -añado yo- que el fascista, tan semejante en su esencia) se separa del viejo discurso belicista conservador en su capacidad para convertir al enemigo en hostis humani generis. Y así, como una auténtica caricatura, aparecen los miembros del grupo armado en Holy Terror: como seres "dedicados al mal"; sin motivaciones claras (¡menos aún políticas!), a excepción de su propio fanatismo "irracional"
- El ticking time bomb scenario como paradigma: Toda la narración "antiterrorista" de Frank Miller está recorrida por la idea de urgencia: no hay tiempo de matizar, de reflexionar, hay que decidir, hay que actuar. Y, por supuesto, de urgencia a emergencia, y a excepcionalidad (vale decir, a: necessitas non habet legem), sólo hay un paso, que se franquea de manera (falaz, pero) alegre.
- Elusión del debate ("T.I.N.A.: There is no alternative"): Todo lo anterior conduce al discurso "antiterrorista" a donde pretende llegar, al momento de la acción. Una acción que es vista como predeterminada: ni valdrían, pues, los dilemas morales, ni tampoco (y ello resulta todavía más notable) los análisis sobre qué alternativa de acción resultaría ser la más razonable dese el punto de vista instrumental. De este modo, el discurso "antiterrorista" aparece verdaderamente como mera cobertura, retórica, de decisiones que se adoptan en otro lugar. Como fachada, pues, como decorado, que oculta una tramoya, (pretendidamente) inaprehensible: el "Estado oculto" (o, en infames palabras de un antiguo político español, la "defensa del Estado en las cloacas").
Acabaré señalando que no parece posible valorar esta obra de Frank Miller sino como un auténtico capricho de autor. No es probable, en efecto, que las cargadas composiciones gráficas de la obra y su narrativa esquemática y taciturna vayan a contribuir mucho a reclutar voluntarios para el "antiterrorismo". Más bien, hemos de pensar que Miller se ha desahogado. Nada más.