Hace ya unos cuantos años, se puso de moda una forma (llamativa, pretendidamente moderna) de construir guiones: una trama aparentemente clásica, de pronto, en un momento dado de la narración, era "dada la vuelta", para mostrar que en realidad nada era lo que -hasta entonces- había parecido, que la historia real (mente narrada) era otra, muy distinta. Por poner un solo ejemplo de esta práctica: piénsese en una película como The sixth sense (M. Night Shyamalan, 1999). (Existe un interesante estudio sobre el particular, de Tomás Fernández Valentí, en el nº 331 -febrero 2004- de la revista Dirigido por...: ¿Películas con (o sin) trampa?)
No obstante, como realmente no hay nada nuevo bajo el sol, recomiendo contemplar un caso espectacular de tal forma de elaborar un guión en Mark of the vampire (¡de 1935!). Espectacular, ante todo, no tanto por lo temprano de la película, sino por la crudeza con la que se lleva a cabo el giro narrativo: un corte de montaje es suficiente para que empiece a cambiar por completo el sentido (que no revelaré, para preservar la sorpresa en beneficio de quien aún no haya visto la película) de la narración.
No mucho más tiene que ofrecer esta pequeña película (aparte de la excelente interpretación de Lionel Barrimore, habitual por otra parte). Pero es bastante para que merezca una visita.