En este artículo (publicado en la New Left Review nº 53, 2008, y disponible también online), David Harvey analiza la forma en la que el proceso de acelerada urbanización se vincula al desarrollo del capitalismo, y a sus operaciones de desposesión de bienes comunes a la ciudadanía, en beneficio de la acumulación capitalista.
En este sentido, señala cómo cualquier lucha urbana ha de ser, al tiempo, una lucha social, en contra el modelo de ciudad capitalista. Y cómo cualquier lucha social será, inexorablemente, también una lucha urbana.
En sus palabras:
"En este momento de la historia, ésta tiene que ser una lucha global, predominantemente con el capital financiero, ya que ésta es la escala a la que trabajan en la actualidad los procesos de urbanización. Obviamente, la tarea política de organizar tal confrontación es difícil, cuando no apabullante. Sin embargo, las oportunidades se multiplican, porque, como demuestra este breve texto, las crisis estallan recurrentemente en torno a la urbanización tanto local como globalmente, y las metrópolis se han convertido en el punto de colisión masiva -¿nos atrevemos a llamarlo lucha de clases?- de la acumulación por desposesión impuesta sobre los menos pudientes y del impulso promotor que pretende colonizar espacio para los ricos.
Dar un paso adelante para unificar estas luchas supone adoptar el derecho a la ciudad como eslogan practico é ideal político, porque el mismo plantea la cuestión de quién domina la conexión necesaria entre urbanización y producción y utilización del excedente. La democratización de ese derecho y la construcción de un amplio movimiento social para hacerlo realidad son imprescindibles si los desposeídos han de recuperar el control sobre la ciudad del que durante tanto tiempo han estado privados, y desean instituir nuevos modos de urbanización. Lefebvre tenía razón en insistir en que la revolución tiene que ser urbana, en el más amplio sentido de este término, o no será."
De esta manera, también hay que señalar, la inmensa mayoría de las cuestiones que se suscitan en torno al control social dentro de las ciudades (pequeña delincuencia, prostitución, venta ambulante, ruidos, extranjería, libertad en el uso del espacio público, manifestaciones, fraude urbanístico y medioambiental, etc.) no pueden ser abordadas de forma fructífera, al menos en el plano político-criminal (y criminológico), si no se toma en consideración también esa vinculación entre urbanización y capital. Y, por ende, entre control social y los poderes sociales que pretenden dominar la ciudad; y los movimientos que intentan combatir su hegemonía.