La "narrativa (novela, teatro, cine) de tesis" -en el peor sentido de la palabra- tiene, merecidamente, bastante mala fama. Pero, ¿qué es una obra de tesis? No, desde luego, cualquiera que contiene ideas, puesto que, como es obvio, toda narración las contiene, al menos de forma implícita. Tampoco, me parece, es posible identificarla (no, al menos, si utilizamos la expresión en su usual sentido peyorativo) con cualquier obra que exponga ideas explícitamente: en dicho sentido peyorativo, por ejemplo, una obra como Der gute Mensch von Sezuan (Bertolt Brecht) no lo sería...
Una narración de tesis es, pues, según entiendo, aquella que reúne dos características (ambas consideradas negativas, desde un punto de vista estético, y aun moral). Primero, una historia que, desde el punto de vista argumental, resulta simplista (en su trama, en la descripción de sus personajes), en absoluto verosímil, ni -menos aún- reveladora; precisamente, porque se trata ante todo de dar forma (de "encarnar") ciertas ideas. Y, en segundo lugar, este tipo de obras son formalizadas (en cine: puestas en imágenes) de un modo que bascula entre lo rutinario y la pura y simple pretensión de manipular al(a) espectador(a). No hay, por lo tanto, en la puesta en forma de la obra ningún atisbo de aporte al efecto de revelación que (más allá de las ideas que exprese o deje adivinar) toda verdadera obra de arte debería provocar.
Pues bien: si se acepta la definición anterior, entonces The Ides of March, la última película dirigida por George Clooney, es una prototípica obra de tesis. (Por lo demás, ya su película anterior, Good night, and good luck, revestía, en muy buena medida, tales características.) Y, en tanto que tal, bastante deleznable, en mi opinión, desde un punto de vista estético.
En efecto, la película que comento parece querer aproximarse al cine político norteamericano de los años setenta del siglo pasado (digamos: a Alan J. Pakula o a Sidney Lumet, por ejemplo). Y lo hace, en efecto, de algún modo... en extremo defectuoso. Pues la simplicidad insultante del argumento se une, aquí, a una puesta en imágenes muy decepcionante: una dirección de actores errática (cada uno de los protagonistas ejercita sus tics interpretativos, mas no parece haber ninguna unidad de tono) se añade a -más relevante todavía- una composición visual de los planos que se percibe como francamente manipuladora de los sentimientos del (a)espectador(a). Pues, al cerrar tanto los planos, es fácil sugerir una sensación de agobio, que no se justifica con claridad por el pueril argumento de la obra.
Para comprender mis reticencias ante películas de esta clase, sólo es necesario hacer el sencillo ejercicio -perfectamente posible- de trasladar su trama a un ámbito que por completo distinto del de la política. Si, de este modo, nos alejamos de todos los tópicos manidos en torno a los "políticos corruptos" (si pensamos, por ejemplo, en un médico famoso, o un actor, en vez del aspirante a presidente que protagoniza esta película), veremos enseguida que la historia sería la misma, igual de simplista; pero que la película acabaría por quedar en nada (¿a quién le importarían las maniobras de un actor que intenta ocultar una infidelidad?).
Que es -nada- lo que en realidad nos aporta la película. Pues, si los políticos deben ser criticados (y deben serlo), no será por su menor categoría moral en comparación con el resto de la ciudadanía. Ello parece muy dudoso. Más bien, de lo que se trata es de que la forma en la que la política funciona en las democracias demediadas del liberalismo burgués (la paradoja de hacer funcionar a una democracia política en una sociedad plagada de relaciones de dominación) conduce a muchas prácticas políticas extremadamente inmorales. Pero es que, precisamente (y contra lo que podría parecer, en un primer vistazo), de política, es justo de lo que no se habla en ningún momento en la película de Clooney.
Pues bien: si se acepta la definición anterior, entonces The Ides of March, la última película dirigida por George Clooney, es una prototípica obra de tesis. (Por lo demás, ya su película anterior, Good night, and good luck, revestía, en muy buena medida, tales características.) Y, en tanto que tal, bastante deleznable, en mi opinión, desde un punto de vista estético.
En efecto, la película que comento parece querer aproximarse al cine político norteamericano de los años setenta del siglo pasado (digamos: a Alan J. Pakula o a Sidney Lumet, por ejemplo). Y lo hace, en efecto, de algún modo... en extremo defectuoso. Pues la simplicidad insultante del argumento se une, aquí, a una puesta en imágenes muy decepcionante: una dirección de actores errática (cada uno de los protagonistas ejercita sus tics interpretativos, mas no parece haber ninguna unidad de tono) se añade a -más relevante todavía- una composición visual de los planos que se percibe como francamente manipuladora de los sentimientos del (a)espectador(a). Pues, al cerrar tanto los planos, es fácil sugerir una sensación de agobio, que no se justifica con claridad por el pueril argumento de la obra.
Para comprender mis reticencias ante películas de esta clase, sólo es necesario hacer el sencillo ejercicio -perfectamente posible- de trasladar su trama a un ámbito que por completo distinto del de la política. Si, de este modo, nos alejamos de todos los tópicos manidos en torno a los "políticos corruptos" (si pensamos, por ejemplo, en un médico famoso, o un actor, en vez del aspirante a presidente que protagoniza esta película), veremos enseguida que la historia sería la misma, igual de simplista; pero que la película acabaría por quedar en nada (¿a quién le importarían las maniobras de un actor que intenta ocultar una infidelidad?).
Que es -nada- lo que en realidad nos aporta la película. Pues, si los políticos deben ser criticados (y deben serlo), no será por su menor categoría moral en comparación con el resto de la ciudadanía. Ello parece muy dudoso. Más bien, de lo que se trata es de que la forma en la que la política funciona en las democracias demediadas del liberalismo burgués (la paradoja de hacer funcionar a una democracia política en una sociedad plagada de relaciones de dominación) conduce a muchas prácticas políticas extremadamente inmorales. Pero es que, precisamente (y contra lo que podría parecer, en un primer vistazo), de política, es justo de lo que no se habla en ningún momento en la película de Clooney.
