Película de 1963, inspirada en la mitología griega en torno a la búsqueda del Vellocino de Oro (que inspiró también la espléndida Medea, de Pier Paolo Pasolini), y acogida a la moda del peplum tan propia época. Destaca, del conjunto de la producción del género, ante todo por tres motivos:
- Por el buen nivel de los medios de producción, en comparación con otros muchos productos (italianos, italo-españoles, etc.) de por aquel entonces: música de Bernard Herrmann y efectos especiales de Ray Harryhausen, señaladamente.
- Por acogerse abiertamente a una mixtura (del peplum) con el género de aventuras (fantásticas), lo que nos aleja de las alegorías socipolíticas propias de aquel género, y nos aproxima más bien a las dulzuras narrativas de la fantasía casi pura: monstruos, hechizos, etc.
- Por fin, por supuesto, por la particularidad de los efectos visuales diseñados por el maestro Ray Harryhausen, siempre tan particulares y deleitables (aun si hoy han sido ya superados por los avances técnicos). Es particularmente conocida la batalla entre los argonautas y un escuadrón de esqueletos.