Leía ayer El traje nuevo del emperador (=Keiserens Nye Klæder), el famoso cuento de Hans-Christian Andersen (inspirado a su vez en otro de El conde Lucanor). Conocida como es la historia en él narrada, tal vez no lo sea tanto su final:
- ¡No lleva nada encima! -gritó por fin la gente.Y el emperador se dio un buen susto, pues estaba convencido de que tenían razón, pero pensó: «Tengo que terminar el desfile». Y continuó aún más orgulloso, con los chambelanes llevando unos faldones inexistentes.
Es decir: el poderoso se aferra a sus mentiras, pues le permiten seguir dominando. Sólo la fuerza puede, pues, lograr desenmascarle.
(El apólogo de El Conde Lucanor, en cambio, finalizaba con el rey reconociendo su error, aun cuando el desengaño hubiese procedido de un esclavo negro. La confianza en el triunfo de la verdad que hemos perdido desde entonces...)
(El apólogo de El Conde Lucanor, en cambio, finalizaba con el rey reconociendo su error, aun cuando el desengaño hubiese procedido de un esclavo negro. La confianza en el triunfo de la verdad que hemos perdido desde entonces...)