En este artículo, aparecido en el nº 290/291 (julio/agosto 2005) de Revista de Occidente, el autor lleva a cabo un análisis semiótico de los conocidos personajes, con el fin de profundizar en los procesos de creación de mitologías en la modernidad.
En efecto, frente a la tesis ingenua (pero predominante durante la modernidad) que sostenía que la mitología es un fenómeno esencialmente pre-moderno, la mayor autoconciencia posmoderna nos ha de llevar a reconocer que el éxito moderno de personajes como Drácula (y, en general, del género narrativo fantástico) viene a poner de manifiesto que cualquier sociedad (cualquier cultura) es dada siempre a elaborar mitos; también, pues, las modernas. Que operarán como mecanismos de reducción de la complejidad de la realidad: de aprehensión, en suma, de una realidad, compleja y contingente, en las redes de un imaginario colectivo (culturalmente elaborado).
En este sentido, mitos como el de Drácula y el vampirismo pueden ser vistos -tal es la tesis del artículo- como formas de presentar, simplificar y exorcizar el miedo al Otro, propio de una cultura (colonialista) dominante, como lo era la occidental en el momento de la constitución del mito. Y, de otro modo, el personaje de James Bond continúa tal construcción cultural: ahora ya en un contexto de ansiedad poscolonial, cuando el Otro no es ya sólo aquél a quien (nosotros) dominamos, sino que pretende ostentar su propia identidad (y ello, de nuevo, amenaza la identidad culturalmente construida de Occidente -construida sobre la base de su sedicente superioridad).
En efecto, frente a la tesis ingenua (pero predominante durante la modernidad) que sostenía que la mitología es un fenómeno esencialmente pre-moderno, la mayor autoconciencia posmoderna nos ha de llevar a reconocer que el éxito moderno de personajes como Drácula (y, en general, del género narrativo fantástico) viene a poner de manifiesto que cualquier sociedad (cualquier cultura) es dada siempre a elaborar mitos; también, pues, las modernas. Que operarán como mecanismos de reducción de la complejidad de la realidad: de aprehensión, en suma, de una realidad, compleja y contingente, en las redes de un imaginario colectivo (culturalmente elaborado).
En este sentido, mitos como el de Drácula y el vampirismo pueden ser vistos -tal es la tesis del artículo- como formas de presentar, simplificar y exorcizar el miedo al Otro, propio de una cultura (colonialista) dominante, como lo era la occidental en el momento de la constitución del mito. Y, de otro modo, el personaje de James Bond continúa tal construcción cultural: ahora ya en un contexto de ansiedad poscolonial, cuando el Otro no es ya sólo aquél a quien (nosotros) dominamos, sino que pretende ostentar su propia identidad (y ello, de nuevo, amenaza la identidad culturalmente construida de Occidente -construida sobre la base de su sedicente superioridad).