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domingo, 18 de septiembre de 2011

"The purple plain", de Robert Parrish


¿Una película de "amor y guerra" más? No cabe duda de que, desde el punto de vista temático, casi lo es. Casi. Pero, además, ocurre que la forma de su composición visual la vuelve también peculiar.

En el orden temático, en efecto, la película de Robert Parrish, protagonizada -con su habitual desenvoltura- por Gregory Peck, narra el modo en que Bill Forrester, un oficial canadiense destinado en Birmania durante la segunda guerra mundial afronta sus traumas psíquicos, y cómo logra superarlos gracias al amor. No obstante, es cierto que, aun en este plano, la película presenta un retrato algo más crudo de lo habitual (en el cine clásico) de los devastadores efectos psicológicos de la guerra y de sus destrozos sobre los combatientes.

En todo caso, tal crudeza (comparativamente) mayor sólo se pone de manifiesto en realidad gracias a la forma. Es el modo en que el director compone a través de primeros planos de los rostros de los actores y de una ilumínación muy brillante, la forma de resaltar el sudor sobre la piel y sobre la ropa, como llegamos a hacer nuestra la percepción de lo trastornados que aquellos hombres se hallan.

Un postrer apunte: la última escena, en la que Bill Forrester se acuesta al lado de su amada dormida y, después de las largas tribulaciones vividas, intenta reposar y dormir, vale tanto como lo vale su concisión; el corte rápido que pasa al plano del letrero de finalización de la película es lo que hace que la escena permanezca en nuestra memoria. El protagonista ha alcanzado el lugar de la serenidad. La historia (narrada) ha concluido.

Aquí está la película completa:





















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