Una película, adscrita al género negro, de denuncia del sensacionalismo periodístico... que, no obstante, resulta ser en sí misma -tampoco ello es una sorpresa- un tanto sensacionalista en su planteamiento.
En tanto que película negra, en efecto, esta obra de Phil Karlson resulta impecable: con su habitual vigor, el director hace una presentación intensa de los ambientes, de los personajes perdidos (¡esos rostros, estrechamente enmarcados entre las sombras!) y de su irreparable fatum, que les aboca irremisiblemente hacia la destrucción. Conviene, en este sentido, disfrutar de la narración sin prestar gran atención al tema (del sensacionalismo periodístico), que es tratado de un modo excesivamente anecdótico y artificioso para que la crítica (moralista) resulte sorprendente.
Una curiosidad, y una inquietud, sin embargo: acaso lo más llamativo de la historia narrada resulte ser la incapacidad de Mark Chapman (el imponente Broderick Crawford) para alejarse de la historia criminal en la que él está implicado, para dejar de investigarla, con el caso criminal sangriento y morboso que resulta ser. Parecería que es más fuerte su deseo de sensaciones (más lectores, más notoriedad) que el de escapar de su castigo. Lo cual tal vez no resulte psicológicamente muy plausible, mas resulta interesante, y perturbador: cuando el deseo -aun irracional- parecería ostentar el más absoluto dominio sobre la existencia de un hombre...
