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lunes, 13 de junio de 2011

"Honor de cavalleria", de Albert Serra


Estamos acostumbrados a enmarcar a los personajes dentro de una historia: en las narraciones clásicas, los personajes son actantes; en las más modernistas, conciencias errantes. Mas, ¿qué ocurre si extraemos al personaje de la trama y si le arrebatamos su conciencia? O, mejor, ¿qué ocurre si suprimimos todo ello de aquello que es mostrado en la narración? Parecería que, en literatura, acabaríamos en Georges Perec: en una enumeración, temporalmente ordenada (de acciones, de objetos, de individuos). ¿Y en cine?

En cine, acaso acabaríamos en esos westerns deshabitados que nos proporcionaba Monte Hellman. O tal vez en la obra de Albert Serra. Uno, al ver sus películas (Honor de cavalleria, pero también El cant dels ocells), en las que los personajes vagabundean a través de la naturaleza, expresando apenas su ser, existiendo tan sólo, no puede dejar de recordar el género del western. Eso sí, unos westerns muy especiales: en los que apenas ocurre (¡y qué más!) que unos personajes viven y sienten, en medio de paisajes que les envuelven.

Así, Don Quijote y Sancho Panza son desnudados de todas sus circunstancias (no hay molinos de viento, no hay venteros, no hay duques,...). Se muestra tan sólo a individuos (individualizados -valga la redundancia- según los rasgos que Miguel de Cervantes acuñara). Que están. Eso es todo (nada menos).


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