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lunes, 16 de mayo de 2011

"No tengas miedo", de Montxo Armendáriz


La última película dirigida por Montxo Armendáriz llama la atención principalmente por su intento de construir un punto de vista peculiar acerca de un tema algo tópico (para una cierta clase de cine), el de los abusos sexuales en el seno de la familia. El intento, en efecto, consiste en articular toda la narración exclusivamente alrededor del punto de vista de la víctima: esa menor, que luego va creciendo, hasta convertirse en una traumatizada adulta.

El intento resulta, desde luego meritorio: cuando menos, intenta alejarse de los ampulosos melodramas, moralistas y complacientes (con la buena conciencia "progresista"), a los que con tanta frecuencia da lugar el tratamiento cinematográfico de esta clase de temas. Nada que ver, pues, con la suerte que normalmente habría corrido el mismo en el cine español estándar.

Me pregunto, no obstante, pese a ello, si verdaderamente la opción estilística adoptada -un conductismo casi estricto- permite llegar a alguna revelación relevante acerca de la historia narrada. Que las víctimas de los abusos sexuales sufren traumas psíquicos y miedo son hechos sabidos. Resulta dificil descubrir, sin embargo, en su dramatización, aun conductista, algo más que la mera confirmación de lo que los estudios psicológicos ya señalaban sin duda alguna. Y, en este sentido, la pelìcula -aun si resulta agradablemente heterodoxa desde el punto de vista formal- deviene estéril, en tanto que exploración estética en torno a la cuestión.

Y es que parecería que el conductismo posee mayor interés, como herramienta de revelación, allí donde (pongamos por caso: el cine de los hermanos Dardenne) se ponen en escena, y en imágenes, situaciones: estructuras sociales, e interacciones en el marco de las mismas. Por el contrario, si de lo que se trata (y acaso sea ésta la debilidad evidente, antes ideológica que formal, de la película) es de plasmar emociones, entonces la puesta en imágenes meramente conductista puede resultar notoriamente estrecha e impotente: al fin y al cabo, enjuiciar las emociones únicamente por su efectos externos no deja de ser algo muy parecido a lo que todos y todas hacemos cada día, de la forma más vulgar y equivocada. Al arte desearíamos pedirle un conocimiento un tanto más profundo.

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