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jueves, 10 de marzo de 2011

Por una universidad de oposición

En el último número (nº 278, marzo 2011) de la revista El Viejo Topo aparece una entrevista con Emmanuel Barot, autor del libro Révolution dans l'Université. Quelques leçons théoriques et lignes tactiques tirées de l'échec du printemps 2009 (La Ville Brûle, Montreuil, 2010). Un libro que tal vez no descubra nada nuevo a los más doctos en sociología marxista, pero que, en tiempos como los que vivimos, hay que destacar.

Y hay que hacerlo, en la medida en que, en contra de los discursos -aun de los más críticos- hoy hegemónicos, recuerda que la institución universitaria ha estado siempre al servicio de los poderes sociales en cada momento. Que el "proceso de Bolonia" y la oleada de políticas privatizadoras que le acompañan son sólo la plasmación de la adaptación de esa servidumbre a nuevas necesidades (de los de siempre).

Y que el discurso (el más usual entre el profesorado universitario, pero también en el movimiento estudiantil, que se las dan de "críticos") que se plasma en lemas como "la cultura (la ciencia, la educación,...) no es una mercancía" o "no a la tecnocracia (meritocrática, pedagógica,...) en las universidades, sí al saber (puro)" es, en el mejor de los casos, una  piadosa mentira. Y, en el peor, un ejercicio de cinismo por parte de -nosotr@s- l@s detentador@s del poder ideológico, que hacemos como que ignoramos que el saber, cuando se administra en una institución social, como la universitaria (más allá, pues, de su mera condición de abstracción mental o lingüística), nunca es neutro, siempre es un instrumento (y un arma), que alguien emplea, con algún fin.

Que la cuestión no es, por lo tanto, lograr una universidad "pura" (científica, desinteresada,...), que nunca ha existido, ni puede existir. La cuestión es al servicio de quién queremos estar. Ahí se define la división: no entre "buen@s" científic@s (profesor@s, sabi@s, intelectuales,...) y mal@s tecnócratas, gestor@s, pedagog@s, etc. Sino entre universitari@s (y resto de personas) que se ponen del lado de los grupos sociales más poderosos y quienes ponen -al menos, intentamos poner- el poder ideológico que nos ha sido entregado al servicio de los grupos sociales más oprimidos y explotados.


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