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martes, 15 de febrero de 2011

David Simon: Homicide


Acabo de leer esta largo reportaje (non-fiction, según la clasificación anglosajona) que David Simon (posterior creador de la serie televisiva The wire) publicó en 1991 (y que en España ha editado la Editorial Principal de los Libros, Barcelona, 2010).

Advertiré desde el comienzo que nadie busque en este libro, ni en su desarrollo temático y argumental, ni en el estilo literario, la sutileza, la profundidad y la elegancia de la gran literatura: por supuesto, David Simon no es Dashiell Hammet, ni Chester Himes. Tampoco es Truman Capote, o Tom Wolfe. En mi opinión (que, en todo caso, se refiere a la traducción castellana), el libro resulta, literariamente hablando, un tanto grumoso en su estructrura; y, además, decepcionantemente manido en sus recursos estilísticos (en sus metáforas, en su forma de narrar).

¿Por qué, entonces, pese a todo, puede resultar recomendable leerlo? O, más bien, ¿para quíén puede resultarlo? Entiendo que sólo puede interesar a quien -como es mi caso- sea capaz de, superando las reticencias de orden estético, esté muy interesado en conocer los entresijos del funcionamiento del sistema penal. Y, en particular, si -como es también mi caso- le interesa especialmente esa parte del sistema penal, generalmente tan alejada de la experiencia y los intereses de los juristas (más aún, de los teóricos), que es la actuación policial.

En efecto, en Homicide uno puede encontrar (torpemente descrita, es cierto) la vida real de una parte del trabajo policial: la de la investigación criminal. Esa "fábrica", como muy lúcidamente la describe Simon, que produce los casos penales, los casos que luego son enjuiciados y a los que el Derecho Penal es aplicado. La descripción de Simon no será elegante ni todo lo penetrante que podría, pero está repleta de detalles sustanciosos, de apego a la realidad. Si uno descarta algunos fragmentos con pretensiones particularmente literarias (y, por ello, particularmente pomposos y vacíos), uno puede asistir al curso de un año en el trabajo rutinario y sin fin de las unidades de investigación de homicidios de la ciudad de Baltimore. Sin mitología, sólo con hechos y con las percepciones de los mismos que los policías tienen.

Resultan, en este sentido, particularmente interesantes dos reflexiones que Simon extrae de su narración. Por una parte, esa visión de la investigación criminal como factoría de producción de casos penales, que antes mencionaba. Una visión que pone precisamente en su lugar a esta labor (tan mitificada, tan falseada en las presentaciones más habituales). Y que pone de manifiesto todas las servidumbres y todos los imponderables que conlleva ser una factoría de producción: hay mano de obra (los policías), materia prima (la marginación social), un diseño productivo (la estrategia de investigación criminal), unos medios tecnológicos (criminalística, técnicas de investigación policial); y todo ello, además, insertado en un modelo de negocio (la política criminal), en el que hay otras divisiones, la de la distribución (la justicia penal) y la comercial (el sistema penitenciario), de la misma empresa matriz (el sistema penal). Y, desde luego, hay también una clientela (¿la sociedad?, ¿la opinión pública?, ¿la ciudadanía?, ¿los políticos?,...), a la que se sirve el producto manufacturado (la "lucha contra el crimen").

En segundo lugar, resultan especialmente interesantes unas páginas (pp. 512 ss., en la edición española) en las que se diseccionan las estadísticas (de producción) desde el momento en que los hechos entran, a través de la investigación criminal, en el sistema penal, hasta su salida del mismo, a través de las diversas formas de resolución (sentencias, condenatorias o absolutorias, sobreseimiento, archivo provisional, etc.) que el mismo prevé. Y ello, porque la disección pone de manifiesto las dificultades -por no decir la práctica imposibilidad- para que un sistema penal preserve al tiempo las garantías individuales y sus objetivos político-criminales. Es decir, que, en ausencia de otras políticas (distintas de la penal) para resolver la conflictividad social, el sistema penal deviene necesariamente ineficaz.

Desde luego, la realidad social y criminológica de muchas ciudades norteamericanas (como Baltimore, en la que se desarrolla el reportaje) dista bastante (¿todavía?) de la de Europa Occidental. No obstante, creo que resulta esclarecedor aproximarse a dicha realidad. Y, también, un aviso a navegantes.


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