Confieso mi casi completo desinterés por el tema de The social network: ni los personajes ni la historia de la creación de Facebook me parecen demasiado interesantes. Más aún, nadie que vea esta película obtendrá demasiada información relevante sobre el tema.
¿Por qué, entonces, ver The social network? Desde luego, en mi caso, la curiosidad tenía que ver con el tratamiento que David Fincher (pero también Aaron Sorkin, el guionista) pudiesen haberle dado a la narración. Y, en este sentido, hay que reconocer que uno no queda defraudado. En efecto, muy lejos del usual biopic del cine norteamericano clásico, lo que de algún modo nos presenta Fincher y Sorkin, en realidad, es un ensayo acerca de la imposibilidad de conocer a nadie; a ningún personaje público, al menos. Mediante una aproximación, necesariamente superficial, como las que el cine de raigambre clásica pretende realizar.
Porque se nos narran algunos hechos, contados desde la perspectiva de varios de los protagonistas. (No se recurre, empero, a una focalización muy determinada de los flashbacks. De manera que el punto de vista de cada uno de ellos resulta, premeditadamente ambiguo.) Se nos apuntan algunas posibles explicaciones, psicológicamente pueriles, acerca de la motivación de Mark Zuckerberg (Jesse Eisenberg) para comportarse como lo hace. Pero, al cabo, quedamos en la incertidumbre: no sabemos exactamente qué ha ocurrido, ni por qué. (En este sentido, resulte innegable la inspiración en la estructura -que no en el estilo visual- de Citizen Kane, de Orson Welles.)
The social network resulta, pues, interesante no por lo que nos cuenta, por lo que nos presenta. No, verdaderamente, lo importante aquí es la (implícita) confesión de impotencia. Y, acostumbrados, como por desgracia lo estamos, a la prepotencia, visual y narrativa, del cine comercial (del norteamericano y del que en otras latitudes en él se inspira), resulta refrescante poder contemplar esa confesión.
¿Por qué, entonces, ver The social network? Desde luego, en mi caso, la curiosidad tenía que ver con el tratamiento que David Fincher (pero también Aaron Sorkin, el guionista) pudiesen haberle dado a la narración. Y, en este sentido, hay que reconocer que uno no queda defraudado. En efecto, muy lejos del usual biopic del cine norteamericano clásico, lo que de algún modo nos presenta Fincher y Sorkin, en realidad, es un ensayo acerca de la imposibilidad de conocer a nadie; a ningún personaje público, al menos. Mediante una aproximación, necesariamente superficial, como las que el cine de raigambre clásica pretende realizar.
Porque se nos narran algunos hechos, contados desde la perspectiva de varios de los protagonistas. (No se recurre, empero, a una focalización muy determinada de los flashbacks. De manera que el punto de vista de cada uno de ellos resulta, premeditadamente ambiguo.) Se nos apuntan algunas posibles explicaciones, psicológicamente pueriles, acerca de la motivación de Mark Zuckerberg (Jesse Eisenberg) para comportarse como lo hace. Pero, al cabo, quedamos en la incertidumbre: no sabemos exactamente qué ha ocurrido, ni por qué. (En este sentido, resulte innegable la inspiración en la estructura -que no en el estilo visual- de Citizen Kane, de Orson Welles.)
The social network resulta, pues, interesante no por lo que nos cuenta, por lo que nos presenta. No, verdaderamente, lo importante aquí es la (implícita) confesión de impotencia. Y, acostumbrados, como por desgracia lo estamos, a la prepotencia, visual y narrativa, del cine comercial (del norteamericano y del que en otras latitudes en él se inspira), resulta refrescante poder contemplar esa confesión.