Otra maravillosa película de Hayao Miyazaki (nada nuevo soy capaz de decir ya, a estas alturas, sobre su categoría técnica o narrativa). Lo más interesante -además de constatar su excelencia en tanto que cine fantástico con mensaje- es, me parece, la plasmación en esta narración de la ideología del pacifismo feminista: se pone de manifiesto, en efecto, en la misma cómo las formas organizadas de violencia proceden principalmente de las prácticas y de las ideologías machistas. Y cómo, frente a ellas, solamnente unas prácticas y unos discursos radicalmente alternativos pueden resultar eficaces: una ética del cuidado, de la relación interpersonal, de la cooperación, del diálogo (frente a la moralidad de poder, de triunfo y de dominación, tan caracteristicas del machismo en todas sus versiones).
(Si alguien desea observar esto en el marco de una caricatura un tanto gruesa, le invito a ver una segunda película (completamente diferente, tanto en su temática como en su forma... como en su calidad): Sumas y restas (Víctor Gaviria, 2004). En ella, el extremado machismo de los protagonistas -generalizado en la sociedad colombiana, especialmente en algunos de sus sectores- constituye el trasfondo de los comportamientos narrados. Comportamientos que, hasta en el ámbito de lo que significa la actividad de fabricación y comercialización de drogas ilegales, se revelan como completamente irracionales, y destructivos, como la película nos cuenta.)