La película biográfica (biopic) constituye, sin duda alguna, uno de los géneros más grises del clasicismo cinematográfico. Siempre atraído por las "vidas ejemplares" (de santos, de aventureros, de líderes, de artistas), sin embargo, el cine clásico ha sido, en general, incapaz de ir en él más allá de uno de estos tres modelos narrativos: una mera narración de estampas (de "momentos estelares"), tendente necesariamente al estatismo (ejemplo paradigmático: gran parte del subgénero de cine sobre Cristo); una narración de "ascensión, caída y redención" (especialmente generalizada en el caso de la biografía de artistas: The Glenn Miller story, de Anthony Mann, por ejemplo), tendente al moralismo; y, en fin, una narración de "búsqueda y hallazgo" (ejemplo: Freud, de John Huston), en la que la "lógica" de la predestinación parece estar siempre subyacente. Cualquiera de los tres modelos ha de resultar, por las razones esbozadas, casi inevitablemente insatisfactorios, en tanto que narración de una vida. Valiendo, por ello, casi siempre tanto, desde el punto de vista cinematográfico, cuanto valga en realidad aquel otro género (musical, aventuras, etc.) con el que eventualmente el biopic aparezca hibridado. Hay excepciones, desde luego: así, una película como Bird (Clint Eastwood, 1988), además de su valor en tano que cine musical, posee también calidad en tanto que ensayo de profundización en la vida y personalidad de Charlie Parker.
Ahora, Todd Haynes nos apabulla -esta es la palabra justa, me parece- con su presentación polifacética de la vida, personalidad y obra de Bob Dylan. Como es sabido, Haynes (de cuya capacidad para plasmar visualmente sus historias nadie en su sano juicio debería dudar: recuérdese Far from heaven, y obsérvese ahora igualmente su virtuosismo en la puesta en escena y en el montaje) lleva a cabo un ensayo "inspirado en la música y en las vidas de Bob Dylan", en el que, a través de seis personajes cuyas historias nos van siendo presentadas de manera alternativa, se pretende abarcar al personaje. Asumiendo, así, la innata incapacidad de la narración clásica -del biopic tradicional- para acometer esta labor; al menos, ante una personalidad y una obra del tamaño de las de Dylan.
Con ello, es cierto, la presentación del personaje de Bob Dylan gana en extensión y en detalle: podemos examinar muchas de las facetas -aunque no todas- más conocidas de su vida artística (su vinculación a Woody Guthrie, su faceta inicial en el folk neoyorquino, su relación con Joan Baez, su electrificación, su uso de las drogas, su conversión al cristianismo, sus relaciones de pareja, su accidente, su relación con la fama, su visión de la vieja América). Y podemos hacerlo, además, disfrutando de las amplias vinculaciones que la banda sonora (en ningún momento meramente ilustrativa) nos proporciona entre dichas facetas y la música de Dylan. Y, sin embargo,...
Sin embargo, mi impresión, como espectador y también como admirador de la obra de Bob Dylan (que no necesariamente de su personaje), es que ganamos en extensión y en detalle, sí. Pero que no ganamos necesariamente en profundidad. Salimos, es cierto, con la sensación de que en algo más de dos horas hemos sido capaces de examinar someramente varias de las facetas más destacadas de la trayectoria artística de Dylan y de su papel como personaje público. Pero también se puede salir -tal fue mi caso- con la impresión adicional de que nada nuevo, que no sea ya sobradamente conocido acerca de dicha trayectoria y de dicho papel, nos ha sido verdaderamente revelado. Es decir: el mundo creativo de Dylan permanece sin ser tocado por la película. (¿Tal vez ello era imposible? Quién sabe...) Tenemos un grandioso videoclip acerca del personaje. Pero sabemos muy poco más acerca de lo que de verdad importa -creo yo-, que es lo que su obra ha de significar para nosotr@s.
Claro que hacer esto que yo he echado de menos significaría no haber realizado ningún biopic (ni siquiera uno innovador, como sin duda lo es el de Haynes), sino otra película diferente: tal vez una más parecida a Un chien andalou (Luis Buñuel, 1929) que a cualquier otra cosa que hayamos visto en el cine reciente...