"La ciencia está muy bien cuando se puede aplicar y en su sentido auténtico es una de las palabras más nobles del mundo. Pero ¿a qué se refiere la gente, nueve de cada diez veces, cuando utiliza esa palabra en nuestros días? Cuando dicen que la investigación criminal es una ciencia, o que la criminología es una ciencia. (...)
Se refieren a apartarse del hombre y estudiarlo como si fuese un insecto gigantesco, bajo lo que ellos dirían que es una luz fría e imparcial; algo que yo llamaría una luz muerta y deshumanizada. Pretenden apartarse mucho de él, como si fuese un lejano monstruo prehistórico, estudiar la forma de su 'cráneo criminal', como si fuese una extraña excrecencia, como el cuerno sobre la nariz del rinoceronte. Cuando el científico habla de un tipo concreto, nunca se refiere a sí mismo, sino a su vecino, y normalmente a su vecino más pobre. No niego que la luz fría a veces pueda funcionar, aunque en cierto sentido es justo lo contrario de la ciencia, y en lugar de ser conocimiento, consiste en la supresión de lo que sabemos; en tratar al amigo como a un desconocido, y fingir que algo familiar es en realidad remoto y misterioso. (...) En fin, que eso que usted llama 'el secreto' es justo lo contrario. No trato de apartarme del hombre, sino de ponerme en el pellejo del asesino... En realidad aún más, ¿no lo comprende? Estoy en su pellejo. Siempre estoy en su pellejo, moviendo sus brazos y sus piernas, aunque siempre espero hasta estar seguro de que me he metido en el pellejo del asesino, de que pienso como él y que me debato con sus mismas pasiones. Hasta saber que me he acurrucado dentro de su odio contrahecho, que veo el mundo con sus ojos esquinados y enrojecidos, y que miro a través de su concentración obcecada el camino que conduce directamente a un charco de sangre. Hasta que me convierto verdaderamente en un asesino.
(...)
Nadie puede ser bueno de verdad hasta que descubre lo malo que es, o podría llegar a ser; hasta que repara en que no tiene derecho a hablar con tanto esnobismo y desdén sobre los criminales, como si fueran simios en un bosque a quince mil kilómetros de distancia; hasta que no se libra de todos esos engaños sobre los tipos inferiores y los cráneos defectuosos; hasta que elimina de su alma la última gota del aceite de los fariseos (...)"
The secret of Father Brown, G. K. Chesterton