Un alarde técnico: así calificaría yo esta película. Aunque muy conocida, por ser una de las principales referencias del subgénero de cine de boxeo, en realidad la película no ofrece ninguna historia particularmente relevante u original, dado que en realidad presenta de modo radicalmente esquemático una situación típica del subgénero (boxeador fracasado, tongo, etc.).
¿Qué queda, entonces, que resulte digno de ser visto? Queda la magnífica interpertación de Robert Ryan. Y, sobre todo, queda la capacidad de Wise para componer planos significativos (y muy bellos), y para montar luego las secuencias (algunas, como las del combate, particulamente) de un modo que resulte embriagador. (No tanto, por el contrario, aquel alarde que resulta más explícito: la preservación de unidad de tiempo, de lugar y de acción, intentando que parezca que se respeta -y hacérselo ver al espectador- la continuidad temporal y la duración real de los eventos. Es éste, sin embargo, un tour de force excesivamente exhibicionista, y poco relevante en realidad para el resultado dramático y estético final.)
En este sentido, The Set-Up constituye un ejemplo espléndido del hecho de que con cualquier material es posible realizar una buena película (o, claro, también una mala).
En este sentido, The Set-Up constituye un ejemplo espléndido del hecho de que con cualquier material es posible realizar una buena película (o, claro, también una mala).
