En el nº 199 de Claves de Razón Práctica (enero/febrero 2010), Chantal Mouffe vincula, de modo en extremo sugestivo, la generalización de partidos y movimientos "populistas" de derechas con la jibarización de la democracia y de la soberanía popular que está teniendo lugar en las democracias liberales demediadas e hipergobernadas (por ciertas élites) en las que vivimos. Sostiene, convincentemente, que la renuncia de las restantes corrientes políticas relevantes -incluidas las de izquierdas- a movilizar al pueblo y a atender a sus preocupaciones y a sus emociones es lo que abre un espacio al desarrollo de movimientos políticos que, sobre la base de groseras simplificaciones y de una xenofobia rampante, pretenden "atender" a dichas preocupaciones y emociones.
El corolario práctico resulta obvio: sólo una izquierda que se vuelva (otra vez) populista -aunque, claro está, introduciendo su propia visión del mundo y su propias escala de valores morales-, que no desconfíe de la multitud y que no se apegue a (una visión elitista y etnocéntrica de) los derechos humanos en contra de la soberanía popular, tiene algún viso de futuro.
