Estremece la certera descripción de la inanidad y de la desesperación: todo fluye, somos impotentes, nunca hallamos cuanto perseguimos (y, cuando lo logramos, se deshace apenas, en nuestras manos), nos destruimos inadvertidamente...
Nuestros afanes, vanos. Muerte, sólo muerte, que no acaba de llegar, sádicamente dilatándose.