"Adaptación" del cuento ilustrado infantil de Maurice Sendak... en un sentido muy particular, puesto que en realidad el cuento de Sendak consta tan sólo -manejo la edición española- de treinta y siete páginas ilustradas, con apenas una docena de frases. Habría que hablar más bien, pues, de un desarrollo narrativo (elaborado por los dos guionistas, el mismo Spike Jonze junto con Dave Eggers) a partir de lo que el cuento sugiere... Y aquí estriban los problemas de la película, que tienen que ver principalmente con el empobrecimiento de lo narrado en relación con aquellas sugerencias:
- Por una parte, la película de Jonze es, claramente, una visión adulta acerca de la infancia. No existe, pues, en realidad ningún intento de hacer que nos identifiquemos con el punto de vista de Max, el protagonista, a quien en todo momento la puesta en escena nos conduce a mirar "desde fuera". (Expresado en una comparación fácil de entender: no estamos en el mundo de El espíritu de la colmena, de Víctor Erice, obra en la que la infancia era vista desde dentro, como un mundo diferente, con su propia lógica.) Ello se comprueba, además, cuando se advierte que l@s niñ@s espectador@s, en general, no siguen con interés la trama, excesivamente dependiente de la mirada adulta sobre cuestiones como la lealtad, el aprendizaje, la amistad, etc. A este respecto, tal y como ha sido señalado ya por algún crítico (lo apunta, por ejemplo, Gonzalo de Pedro Amatria, en el nº 29 de Cahiers du Cinema-España), el hecho de que en la película -a diferencia de lo que sucede en el cuento- el protagonista huya de su casa hacia el lugar de los monstruos y, luego, vuelva a ella, no es inocente: lo que en el cuento era una representación del lado salvaje e incontrolable de la infancia (al fin y al cabo, Max regresaba a "la realidad" de su habitación únicamente porque olía a comida), se convierte en la película en una oda a los buenos sentimientos familiares, al retorno al hogar, al papel insustituible de la "madre amantísima"... En fin, en una versión conservadora de la historia, que en nada preserva ese halo subversivo (tan próximo en realidad a Lord of the Flies, de William Golding) del cuento original.
- En este mismo sentido (al menos, yo lo imputo a la misma causa), uno atisba en el cuento de Sendak un punto de "locura" -vista desde la perspectiva de una persona adulta- que ha desaparecido casi por completo en la versión cinematográfica, muy apegada al tono realista, a pesar de la presencia de las fantásticas figuras de los monstruos. En efecto, el manojo de páginas ilustradas del cuento que narran las fiestas salvajes de Max y los monstruos en la isla sugieren mucho mayor desenfreno, algo que queda casi oculto en las paralelas imágenes "aventureras" -en un sentido más convencional- de la película. Algo más de arrojo visual, en esta parte, que justificase mejor por qué Max está tan fascinado por esa tierra de los monstruos, hubiera parecido aconsejable.
(Pese a todo, hay que decir que la película merece ser vista: primero, porque conserva parte del hálito del cuento original; y además, porque sigue siendo una película narrativamente entretenida y visualmente brillante. Lástima que, desde el punto de vista temático, resulte tan cuestionable.)