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lunes, 12 de octubre de 2009

Una rareza: Carnival of souls (Herk Harvey, 1962)


Esta película, dirigida por un director desconocido, Herk Harvey, con actores desconocidos y presupuesto ínfimo, nos coloca en la mente de una mujer (Mary Henry: Candace Hilligoss) que -se supone- sobrevivió a un accidente de automóvil, siendo la única superviviente, y desde entonces ha de sufrir lo que se supone que son alucinaciones. Toda la película cuenta su lucha por intentar preservar el sentido de todo lo que hay a su alrededor (bastante antipático, por lo demás: la patrona, el vecino ligón, el párroco estirado, el médico racionalista que la atiende), que, sin embargo, se va desmoronando en lo que parece un colapso mental completo... hasta que, al final, acabamos por comprender la realidad de lo que había sucedido.

Esta simple, pero apabullante y opresiva, historia está narrada con planos abstractos y angustiados. Con una música, que bascula entre lo diegético y lo extradiegético (la protagonista es organista de iglesia...), de gran simplicidad y, al tiempo, muy eficaz para expresar el desequilibrio psíquico de la protagonista (cómo la tradicional música religiosa se convierte, en manos de Mary, en disonancia). Con un aprovechamiento extraordinario de los simples decorados. Sin golpes de efecto, transmitiendo tán sólo (¡tan sólo!) inquietud y angustia.

Al cabo, contemplamos la historia inquietante de un alma perdida, vagando por un purgatorio de horror que no es otra cosa que nuestro mismo mundo, cuando lo desnudamos -como Mary Henry hace- de nuestras emociones hacia él.




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