Si uno es capaz de ignorar la repugnante manipulación política (los franceses son buenos y los únicos que cometen abusos son los guerrilleros argelinos del F.L.N.), podrá disfrutar del tono desabrido y áspero (muy típica del cine europeo de género -western, terror, bélico- más corriente, menos serie A, de los años 60) de esta película bélica: una especie de canto a las virtudes del guerrero que vive y muere a la busca de sus quimeras de gloria y de redención y que, en el fondo, no es sino carne de cañón en manos de los políticos.
(Claro que este planteamiento puede llevar -y, de hecho, ha llevado- al aventurerismo golpista. Pero también a la crítica del sentido último de todo el militarismo: estoy pensando en Samuel Fuller, por ejemplo.)