Ayer vi esta película, estrenada... ¡en 1944! Sí, en plena guerra mundial. Sorprendente, teniendo en cuenta que constituye una sátira (vestida de amabilidad, pero, en el fondo, si se piensa un poco, vitriólica) del militarismo, del patriotismo y de la democracia.
Todo ello, por la vía -como, en su lúcido análisis de la película, comenta Billy Stevenson- de llevar hasta el absurdo cada uno de los tres componentes: todos los personajes están comprometidos hasta el infinito con el esfuerzo bélico norteamericano, sin pensar en sus costes ni en sus objetivos; todos rezuman patriotismo (tanto del grande y chauvinista como del pequeño y provinciano) y orgullo por los logros del pretendido -y falso- "héroe" guerrero de su ciudad; todos participan entusiásticamente del festín de participación democrática, para elegir a su alcalde. Y, sin embargo, todo es mentira, todo es absurdo: el héroe es falso, el patriotismo se apoya en fanfarrias y hueca retórica, los discursos ocultan intereses políticos... Más inquietante aún, cuando todo esto se descubre, en realidad a nadie parece importarle: pues, como afirma uno de los personajes, "Politics is a very peculiar thing...if they want you, they want you. They don't need reasons any more. They find their own...it's just like when a girl wants a man". ¿Qué mejor definición de las democracias de masas contemporáneas, plagadas de idiotai (en el sentido clásico griego)?
Sólo Preston Sturges, con todo su talento, era capaz de narrar una historia en torno a cosas tan serias, con tanto sarcasmo, y no morir en el intento (o ser acusado de cripto-fascista... o aburrirnos). Para muestra, un botón: con mimbres semejantes, Clint Eastwood nos presentó hace tres años Flags of our fathers, que destacaba, sobre todo, por su solemnidad un tanto vacua.
