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viernes, 25 de septiembre de 2009

Una comedia que no hace gracia: The party (Blake Edwards, 1968)


Vuelvo a ver, después de años, The party, de Blake Edwards. La recuerdo como una película muy divertida, alocada, de estética pop (muy sixties),... Cuando ahora la vuelvo a ver, esta última impresión permanece. Sin embargo, más que alocada, ahora me parece que intenta parecerlo, mediante la acumulación de personajes (meramente abocetados) y de situaciones absurdas. Y no me parece ya tan divertida, a pesar de que no soy capaz de recordar todos y cada uno de los numerosos gags, por lo que debería volver a reirme con ellos. (Unos ejemplos contrapuestos, para comparar: con A night at the opera, de Sam Wood y los hermanos Marx, o con A fish called Wanda, de Charles Crichton, sí que vuelvo a reirme a pesar de saberme de memoria cada escena.)

Reflexionando un poco más, observo que la película posee (además del prólogo, algo simple, en el que Hrundi V. Bakshi -el personaje encarnado por Peter Sellers- destruye un rodaje completo, y del epílogo, en el que Hrundi y Michele -Claudine Longet- parecen iniciar una historia de amor) dos partes muy diferenciadas: la parte protagonizada a solas por Peter Sellers y la parte en la que entran l@s jóvenes flower power y la fiesta se acaba convirtiendo en un caos. Esta última parte pretende ser desenfrenada, aunque verdaderamente sólo lo son las acciones que acaecen en escena, mas no el ritmo de la película, que sigue resultando más bien lánguido. La primera parte (la mayor parte de la película) tiene el protagonismo absoluto de Sellers (bueno, y de ese refuerzo cómico constituido por el camarero progresivamente ebrio, interpretado por Steve Franken).

¿En dónde estriba, entonces, la carencia -para mí, indudable- de vis comica de una película concebida manifiestamente como comedia hilarante (aparte de este designio de hacer reír, cuesta hallar ningún otro: si acaso, una suave crítica a la superficialidad del mundo del cine)? Contemplando las andanzas de Peter Sellers en esta película, en seguida me ha venido a la cabeza la figura de Buster Keaton. En efecto, algo creo ver en común entre la forma de interpretar del uno y del otro, al menos en esta película: un cierto hincapié en el gag puramente físico, un cierto hieratismo (mayor, desde luego, en Keaton),… Sin embargo, precisamente, cuando se hace esta comparación, se descubre en dónde está el fallo –si es que lo es verdaderamente- de The party: algunas de las películas de Keaton que podrían aproximarse, en planteamiento, a esta (pienso, sobre todo, en algunos de sus cortometrajes) están pensadas como películas de velocidad, en las que la cámara y el montaje, pero también la interpretación del actor, imprimen un ritmo veloz (ahora sí: alocado) a la narración; aunque, pese a todo (y aquí estriba, por ejemplo, una diferencia esencial con el cine de otro grande de la época muda, Harold Lloyd), preservando la centralidad del actor como sujeto, de sus movimientos, de su gesticulación y de su expresión, no como un mero cuerpo. Por el contrario, Peter Sellers (y también, con él, la puesta en escena de Edwards) apuesta justo por lo contrario: por el gag lento, expandido, contemplado en todas sus posibilidades y en toda su duración. Y, en esa expansión, me parece, se pierde el ritmo que da lugar a la risa. A la mía, al menos.

(Por lo demás, el problema que estoy planteando ahora existía ya en una película anterior del mismo Blake Edwards: The great race, declarado homenaje al cine cómico de la era del cine mudo… que fracasaba también estrepitosamente, en mi opinión, a la hora de aproximarse a aquella forma de humor.)




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