http://www.elpais.com/articulo/opinion/Disparad/Ilustracion/elpepuopi/20090907elpepiopi_4/Tes
Exposición aterradoramente veraz de la realidad del proyecto educativo universitario en tiempos de desregulación y de filisteísmo. Y, a diferencia de la mayoría de los análisis sobre el tema, nos ahorra las jeremiadas sobre lo brillantes que éramos antes los estudiantes y lo ignorantes que son ahora.
Me temo que el problema no es evolutivo (soy incapaz de imaginar siquiera que, en términos generales, aquel cutre país llamado España en los años sesenta pudiese tener ciudadanos -las ciudadanas no contaban- de mejor calidad moral e intelectual que los actuales), sino, como Rafael Argullol aduce, político (y moral, en último extremo): ¿para qué vale, hoy, ser culto? Antes, generalmente servía para ascender socialmente (o intentarlo). Sólo algun@s -l@s poc@s sabi@s que en el mundo han sido- empleaban la educación y la cultura para algo más. Hoy, como todos los bienes posicionales, ha perdido buena parte de su valor, al generalizarse.
Y, entonces, nos quedamos con: Bolonia para la mayoría; másters y universidades de primera para las élites empresariales y políticas. Y cultura al margen de la universidad (o que simplemente la emplean/empleamos como infraestructura) para las minorías inquietas. No sé, tal vez no sea tan malo, al fin y al cabo (la buena cultura se ha hecho casi siempre al margen o contra la academia).
Lo que sí, desde luego, parece, como apunta Argullol, es que es el fin de un proyecto de ilustración -en el sentido fuerte- generalizada: hoy está ya demostrado que se puede ser doctor (y productivo, por tanto, en términos económicos) y, sin embargo, absolutamente ignorante en casi todo, además de incapaz de razonar y de tener alguna sensibilidad, moral o estética.
Tal vez tenían razón Adorno y Horkheimer, y el proyecto ilustrado no podía separarse tan fácilmente -como la izquierda supuso con optimismo- del proyecto de dominación capitalista. Tal vez, entonces, se plantean los problemas que Sloterdijk ha puesto sobre la mesa: cómo domar a los seres humanos si la cultura no sirve. Y tal vez tenemos que mirar, cada vez más hacia fuera de la academia, para escuchar voces que culturalmente tengan alguna relevancia...
En fin, incertidumbres. En todo caso, un artículo que invita a pensar, lo que no es moco de pavo.
Exposición aterradoramente veraz de la realidad del proyecto educativo universitario en tiempos de desregulación y de filisteísmo. Y, a diferencia de la mayoría de los análisis sobre el tema, nos ahorra las jeremiadas sobre lo brillantes que éramos antes los estudiantes y lo ignorantes que son ahora.
Me temo que el problema no es evolutivo (soy incapaz de imaginar siquiera que, en términos generales, aquel cutre país llamado España en los años sesenta pudiese tener ciudadanos -las ciudadanas no contaban- de mejor calidad moral e intelectual que los actuales), sino, como Rafael Argullol aduce, político (y moral, en último extremo): ¿para qué vale, hoy, ser culto? Antes, generalmente servía para ascender socialmente (o intentarlo). Sólo algun@s -l@s poc@s sabi@s que en el mundo han sido- empleaban la educación y la cultura para algo más. Hoy, como todos los bienes posicionales, ha perdido buena parte de su valor, al generalizarse.
Y, entonces, nos quedamos con: Bolonia para la mayoría; másters y universidades de primera para las élites empresariales y políticas. Y cultura al margen de la universidad (o que simplemente la emplean/empleamos como infraestructura) para las minorías inquietas. No sé, tal vez no sea tan malo, al fin y al cabo (la buena cultura se ha hecho casi siempre al margen o contra la academia).
Lo que sí, desde luego, parece, como apunta Argullol, es que es el fin de un proyecto de ilustración -en el sentido fuerte- generalizada: hoy está ya demostrado que se puede ser doctor (y productivo, por tanto, en términos económicos) y, sin embargo, absolutamente ignorante en casi todo, además de incapaz de razonar y de tener alguna sensibilidad, moral o estética.
Tal vez tenían razón Adorno y Horkheimer, y el proyecto ilustrado no podía separarse tan fácilmente -como la izquierda supuso con optimismo- del proyecto de dominación capitalista. Tal vez, entonces, se plantean los problemas que Sloterdijk ha puesto sobre la mesa: cómo domar a los seres humanos si la cultura no sirve. Y tal vez tenemos que mirar, cada vez más hacia fuera de la academia, para escuchar voces que culturalmente tengan alguna relevancia...
En fin, incertidumbres. En todo caso, un artículo que invita a pensar, lo que no es moco de pavo.