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martes, 16 de mayo de 2023

Benediction (Terence Davies, 2021)



Benediction se presente como una suerte de biopic: narra, en efecto, la biografía del poeta inglés Siegfried Sassooon. Inglés, acomodado, homosexual, poeta, combatiente (en la primera guerra mundial), herido,antibelicista, enamorado,...

Y, sin embargo, lo cierto es que esta última película de Terence Davies se aproxima en algún sentido a su anterior acercamiento al universo de los poetas (su biografía de Emily Dickinson, en A quiet passion -2016), al intentar hacer ante todo un retrato espiritual del personaje (y no tanto una narración detallada de sus vicisitudes biográficas). Pero, sobre todo, se aleja sustancialmente de él en lo que resulta más esencial en ambas películas: la historia que verdaderamente focaliza la narración de cada una de ellas.

Pues Benediction no es, en realidad, la historia de la vida de un poeta (como sí que lo era A quiet passion): sucede que Sassoon (Jack Lowden/ Peter Capaldi) es poeta, sí, pero su poesía apenas tiene importancia en la narración de la película. Pues lo que verdaderamente le interesa al director es narrar la historia de un hombre de sensibilidad extremada que, debido a ello y a las circunstancias histórico-sociales que se ve obligado a enfrentar (el hecho de que toda su generación fuese llevada al matadero de la guerra mundial, como carne de cañón para defender los intereses imperialistas de las élites de todos los estados beligerantes, y la combinación de hipocresía patriotera y olvido ulterior a que tal hecho da lugar en la sociedad británica de la guerra y de la posguerra), se rompe por dentro; se deja arrastrar por la desesperación.

De hecho, el retrato que Benediction presenta es el de un hombre roto, desesperado y amargado. Un hombre que transita por la vida reconociendo el horror que se halla en el fondo de esa sociedad aparentemente elegante y refinada, y que él ha visto de cerca. Que se siente, no obstante, impotente para transmitir su incómodo mensaje, por lo que cínicamente se adapta al requerimiento de ser razonable feliz y convencional. Pero que sabe que ello no es más que una maniobra de ocultamiento de la horrorosa verdad esencial.

Al final de sus días, mientras que su hijo (Thom Ashley) preserva la ilusión por construir un mundo mejor, él, desesperado (como siempre lo ha estado, pero aún más consciente de ello) no puede sino volver a recordar su ya antigua experiencia del horror: el tiempo en el que su amado fue enviado a la muerte, en el que la esperanza de la juventud fue transmutada en desesperación, en constancia de que todas las grandes palabras (amor, belleza, patria,...) no eran más que máscaras.

Y, de este modo, la película de Terence Davies se acerca (en mi mente, al menos) a otros dos grandiosos ejercicios de reconocimiento de ese horror, de esa barbarie, que exuda por todos los poros la cultura de la "civilización": la experiencia directa de ella por parte de Kurtz, en Heart of darkness, de Joseph Conrad; las tesis contenidas en Sobre el concepto de historia, de Walter Benjamin.



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