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sábado, 4 de agosto de 2018

Henry James: The Aspern Papers


En tanto que novela corta, The Aspern Papers limita su alcance al tratamiento -a la presentación, más bien- de un único tema: el de la paradójica relación, y tensión, existentes, dentro de la naturaleza humana, entre sus impulsos (usualmente considerados como) "elevados" e impulsos (usualmente tenidos por) "bajos".

En efecto, lo que vuelve interesante la narración de las vicisitudes del crítico innominado que protagoniza la novela, en su búsqueda de las cartas y viejos escritos del célebre poeta Jeffrey Aspern, ya fallecido, es precisamente el hecho de que tanto el objetivo aparente de su actividad (sacar a la luz nuevas pruebas de la excelencia de un gran artista) como el medio en el que se ve forzado a desempeñarla (un palazzo veneciano, la compañía de la antigua amante del poeta y de su sobrina, dos damas en desgracia necesitadas de apoyo caballeresco) parecen, en apariencia, pertenecer al ámbito de lo sublime, entendido en su sentido más romántico: amor, poesía, viejos recuerdos de excelsitud, belleza, un incomparable marco espacial, una referencia histórica a los tiempos de la exaltación idealista del romanticismo,...

Y, sin embargo, lo cierto es que lo que la ocurre verdaderamente en la historia es la acumulación de esa suerte de pequeñas miserias morales tan típicas de todo ser humano que se vea forzado a actuar -como suele resultar habitual- bajo circunstancias que no ha podido elegir: el crítico que manipula los sentimientos de una mujer solitaria y necesitada de amor, la antigua amante ávida de dinero, el crítico dispuesto a convertirse en ladrón, la solterona que pone por delante de todo sus egoístas intereses sentimentales y matrimoniales, aun so pena de destruir un patrimonio cultural valiosísimo...

Porque -parece decirnos la novela- la búsqueda de lo sublime, del ideal, no se lleva a cabo nunca, en el caso de los seres humanos, a través de medios también ideales, sino que siempre se contamina -a veces, hasta el fondo- de las limitaciones, egoísmos y prejuicios que resultan inevitables, dada nuestra común condición de seres emocionales, limitadamente racionales y con una moralidad siempre precaria.

Más aún: podría ocurrir (así parece sugerirlo también la novela, en algunos de sus pasos) que, en realidad, el ideal resulte ser únicamente una entelequia. Que la sublimidad que se le presupone a la vida y a la historia de Jeffrey Aspern, y que debería haber quedado reflejada en sus trazos aún subsistentes, nunca hubiesen existido, a no ser como memorias -deformadas e idealizadas- de quienes decidieron construir un mito en torno al escritor. A un escritor que dio lo mejor de sí en su hermosa poesía, pero que, al cabo, puede que no fuese más que un hombre: tan limitado y miserable como tod@s ell@s.

En términos estéticos, la paradoja se ve agudizada por el hecho de que en todo momento la narración de la novela preserve el punto de vista del crítico protagonista, que constantemente se esfuerza en explicarnos las razones de sus actos, y en disculparlos. Una explicación y unas disculpas que, sin embargo, no son capaces de evitar (y, claro está, en ello se revela la maestría de Henry James para poner de manifiesto ese hecho) que a cada paso se atisbe la miseria moral que atenaza todo su obrar, y el de sus compañeras de experiencia. De este modo, Henry James es capaz de proceder a reawlizar una radical inversión del tradicional discurso subjetivo propio de la narrativa romántica: desde dentro de ella misma, empleando en apariencia su estilística más característica, da lugar a que se revele el trasfondo -mucho menos ideal, mucho más realista- que subyace a los elevados tópicos retóricos que son habituales. Es, precisamente, esta capacidad para la manipulación de la tópica, de la retórica y de los procesos de focalización narrativa (interrelacionando así de manera magistral -por significativa- la historia narrada con la estilística de la narración) la que produce la enorme eficacia estética, para generar conocimiento, del acto narrativo.


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