Cuando un(a) lector(a) no avisad@ se enfrenta por primera
vez a la narración de The wings of the dove, generalmente recibe –ese, al
menos, fue mi caso- una impresión de confusión. Parece existir, en efecto, una
extraña distancia, una notoria tensión, entre aquello que es narrado y las
maneras narrativas, máximamente elusivas, a través de las cuales se expresa y
representa.
Se trata, pues, de un problema (si por problema pudiera
tomarse, y no –como a continuación se mantendrá- por desafío) que tiene que ver
con la forma que adopta la voz narrativa. Y es que ocurre que una trama en
torno a las vicisitudes necesarias para la constitución, acorde con las
convenciones, de una pareja burguesa, respetable, y a las inmoralidades (y
consiguiente pérdida de la inocencia) a las que tal aspiración les obliga a
perpetrar, se convierte, en su manifestación textual, en un ejercicio de
profusión del estilo indirecto libre, como expresión –que se pretende
completamente acabada- de las torturadas relaciones de cada uno de los
personajes principales con su conciencia (moral) y con su consciencia (de la
significación de sus acciones y de su posición, tanto en la vida social como,
más en general, en el universo).
El desafío, entonces (de naturaleza en principio formal,
aunque, veremos, no sólo), estriba en ajustar hasta el extremo las formas
expresivas empleadas a la evolución de los escurridizos procesos mentales,
motivaciones y tomas de decisiones de los personajes. De manera que la
representación del curso del desvelamiento, cara a los personajes, de la
significación auténtica de sus decisiones y de sus acciones, de sus motivos y
de las consecuencias, morales y materiales, de sus actos tenga una
correspondencia muy precisa en el grado de opacidad, progresivamente
declinante, de la expresión literaria. Una expresión que se vuelve
paulatinamente más transparente e inteligible para el/la lector(a): justamente,
a la vez (diríamos mejor: en –afortunado- paralelo) que su contenido lo es
también para los personajes.
Por supuesto, un desafío estético de una naturaleza tan
radical como el que Henry James emprende y desarrolla en esta novela no puede
ser conceptuado únicamente (aunque, desde luego, también lo sea) como un logro
formal; menos aún, como mero alarde. Pues, además de constituir una
contribución irreemplazable al desarrollo de la estilística narrativa, ocurre
asimismo que la novedosa técnica empleada contribuye a construir una
representación mucho más acabada de aquello que, en el fondo, constituye la
materia central de la narración de The wings of the dove: la dificultad,
próxima a la imposibilidad, de interpretar adecuadamente la propia mente y las
propias acciones desde la perspectiva de primera persona; lo engañoso, pues, de
tal perspectiva, pretendidamente privilegiada, pero sometida a toda suerte de
eventualidades (autoengaño, debilidad de voluntad, ensueños, etc). La abierta
distancia, prácticamente asegurada, entre nuestra auto-interpretación y el
punto de vista externo acerca de quiénes somos. Y la ineluctable tensión que
ello introduce, por fuerza, en el desarrollo de nuestras personalidades y el
curso temporal de nuestras existencias, así como en las relaciones que
pretendemos entablar y mantener con nuestros prójimos.