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lunes, 24 de noviembre de 2014

Richard Jackson: Writing the War on Terrorism: Language, Politics and Counter-Terrorism


En este libro (Manchester University Press, Manchester, 2005) Richard Jackson, uno de los adalides del movimiento de los Critical Terrorism Studies, intenta llevar a cabo un análisis crítico del discurso hegemónico, impuesto desde la Administración norteamericana, acerca de cómo enmarcar los atentados del 11 de septiembre de 2011 y la ulterior reacción del Estado norteamericano y de sus aliados a los mismos.

La exposición y análisis de los diversos elemetos semióticos con los que se elabora el discurso oficial de la War on Terror, examinados con detenimiento por Jackson, no descubren nada que cualquier intelectual crítico no conozca ya. Pese a ello, merece la pena enumerar en detalle dichos elementos, para poder aprehender el cuadro global que ha sido presentado a la aceptación del público, como la opinión más "objetiva", "experta", "en interés de la ciudadanía",... hegemónica, en suma.

Tales elementos del discurso son, entre otros:

- Una descripción esencialmente moralista del fenómeno del "terrorismo", contrapuesta a cualquier entendimiento experto del mismo (que se pretenda mínimamente objetiva y libre de valoraciones, aun en el -sesgado- sentido en que lo pretenden los Terrorism Studies más tradicionales y complacientes). En este sentido, el discurso de la War on Terror nunca ha pretendido generar conocimiento experto, sino argumentos (explícitamente) políticos, para la generación de movilización y de consenso (y la represión de los discursos y de las alternativas políticas alternativas).

- La negativa a buscar cualquier conexión entre las acciones violentas llevadas a cabo por grupos armados y los conflictos políticos subyacentes. Se niega, así, de hecho, la racionalidad (política) de las acciones "terroristas", cualquier comprensión de las mismas desde la racionalidad, moral o instrumental.

- Se deshistorizan los fenómenos políticos que dan lugar a acciones "terroristas": sólo importa el aquí y el ahora, de ninguna manera la genealogía y las causas.

- El enfrentamiento entre "terroristas" y estado es presentado como un conflicto eminentemente moral (un conflicto de valores), no político (sobre derechos, poder, recursos, etc.).

- Se introduce el discurso acerca del "terrorismo" en moldes discursivos preexistentes: en metanarrativas ampliamente difundidas (muchas de ellas, verdaderamente hegemónicas), que simplifican la tarea de convencer de lo razonable del discurso. Así, por ejemplo, se emplean -y reformulan- discursos como el de la contraposición entre civilización y barbarie; el del orientalismo; el de la islamofobia (y, en general, del racismo y la xenofobia); el de la biopolítica (cáncer, infección,...); etc.

- Se emplea el discurso sobre el "terrorismo" como herramienta para la (re-)construcción y reforzamiento de la identidad hegemónica (en este caso: los "buenos ciudadanos norteamericanos"): frente al exterior ("nosotr@s" frente a los bárbaros), pero también en el interior (los "buenos ciudadanos" frente a los disidentes, "intelectuales", "blandos", etc., sospechosos todos ellos de tolerancia -cuando no de connivencia- con los "terroristas".

- Se mantienen una ambigüedad y una asimetría constantes -y calculadas- tanto por lo que hace a la forma de presentar a los sujetos como de presentar los métodos. Así, en relación con lo primero, se manipula el concepto de "víctima inocente" (del "terrorismo"), para incluir en ella a clases de sujetos que claramente quedan fuera del mismo (por ejemplo: a soldados combatientes) o cuya inclusión podría resultar problemática (por ejemplo: líderes políticos que adoptan decisiones de vida o muerte). Y se contrapone a tales víctimas con los "terroristas" "traidores", "cobardes", etc.

- Del mismo modo, por lo que hace a los medios violentos empleados, se moraliza acerca del hecho de que las acciones violentas de los grupos armados se realicen "a pecho descubierto" (mientras que se justifican los bombardeos, ataques con aviones no tripulados, etc. por parte de las fuerzas estatales). Y, en lo relativo a la reacción estatal, se juega constantemente con la ambigüedad en cuanto a la significación moral, y jurídica, de las acciones "terroristas", a las que, según los casos, se les aplica la retorica propia del Derecho Penal, la de la guerra, la de los crímenes contra la Humanidad,...

- Por fin, se exagera notoriamente la peligrosidad de la violencia "terrorista", convirtiéndola, mediante métodos performativos (mediante acciones estatales de prevención y de represión, que dan lugar a -la apariencia de- su propia realidad), en la gran amenaza. Y, otra vez, dicha gran amenaza se personaliza en la figura retórica, radicalmente caricaturesca, del "super-terrorista", que vive, oculto, entre nosotr@s, esperando el momento propicio para golpear"nos", a "nosotr@s" (a "nuestro" Estado) y a "nuestros" valores (los valores hegemónicos).

Hasta aquí la exposición: como ya advertía, nada que no supiésemos ya, aun cuando el análisis detallado que Jackson emprende nos ayuda a comprender mejor el cuadro global.

Sin embargo, en todo caso, opino que, con ser esto (el examen de los elementos que dotan de su coherencia y verosimilitud al discurso antiterrorista) interesante, mayor interés todavía posee la teorización (tan sólo pergeñada en el libro, que se concentra más en la exposición y en el análisis del discurso) acerca del modo en el que ese discurso llega a volverse hegemónico: el tránsito, pues, del plano semiótico al sociológico, de la sociología de la cultura. O, más exactamente, la determinación de aquel conjunto de factores que inciden desde el punto de vista causal en la conformación de una cierta cultura (aquí: como cultura hegemónica) y que tienen naturaleza semiótica. (Puesto que, obviamente, otros tantos de los factores causales que ocasionan la hegemonía no poseen tan naturaleza, sino que son de índole política, económica, militar,...: control sobre los medios de comunicación, disponibilidad de recursos presupuestarios, recurso a la capacidad represiva del Estado, consenso entre las élites, etc.)

En este sentido, Richard Jackson apunta -aunque, como digo, de modo meramente impresionista- algunos de los factores semióticos que, en su opinión (y en la mía, puesto que sus consideraciones al respecto me parecen harto razonables), contribuyen a que dicha hegemonía se produzca:

- El recurso constante a la intertextualidad y al hibridismo, que facilitan la imbricación de los nuevos elementos discursivos con otros preexistentes, volviendo más fácil la aceptación de aquellos (y reduciendo la impresión de novedad que producen).

- La vinculación genealógica expresa del nuevo discurso con discursos preexistentes.

- La coherencia interna del discurso, y su capacidad para presentar conjuntamente elementos que, en realidad, desde un punto de vista semiótico se hallan en tensión.

- La opacidad de los conceptos empleados.

- El empleo constante de los silencios (sobre cuestiones conflictivas) y de los saltos discursivos.

- El sesgo étnico y de género, que vuelven más aceptable el discurso para una población y unas estructuras de poder racistas y patriarcales.

- La aptitud del discurso para ser replicado -siempre, por supuesto, con alguna alteración- por otros agentes sociales, distintos de aquellos que lo han producido.

- La aptitud del discurso como explicación ideológica: su capacidad para (aparentar) explicar los hechos (aquellos hechos más conocidos, tenidos por evidentes) y para ocultar aquellos hechos y argumentos que está silenciando.

Como se puede ver, no hay paja en el libro de Jackson: es un libro crítico, sí, pero de aquellos que no se quedan a su vez en la mera retórica, sino que se emplean a fondo en el análisis, en el conocimiento de su objeto de investigación. Un hito imprescindible, me parece, a tomar en consideración ineludiblemente por cuant@s estamos comprometid@s con el esfuerzo de generar otro conocimiento (más riguroso y crítico), otros discursos (más pluralistas) y otras alternativas políticas (más sensibles a los derechos humanos de todas las personas -también de l@s "terroristas") para enfrentar los fenómenos sociopolíticos que los discursos hegemónicos encuadran bajo la etiqueta de "terrorismo".


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