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martes, 2 de julio de 2013

Before midnight (Richard Linklater, 2013)


La trilogía de Richard Linklater que se inició con Before sunrise ha tenido siempre unas reglas claras: guiones esencialmente dialogados, concebidos como herramientas para la improvisación interpretativa, diálogos con pretensión de trascendencia, y una puesta en imágenes neutra (plana), que no se interponga en la aparente "transparencia" de la narración dramatizada a través de los diálogos.

Este estilo narrativo funcionó (relativamente) bien en tanto las dos anteriores películas de la trilogía (la citada y Before sunset) versaban sobre la narración de un proceso de enamoramiento, y de realización consiguiente de la relación consiguiente. Es decir, acerca de las ilusiones y fantasmas del deseo, así como de las idealizaciones que, en nuestra cultura, la concreción emocional y social de dicho deseo conlleva. Porque los diálogos derivativos permitían poner de manifiesto, efectivamente, la manera en que dichas categorías, mentales y culturales, se manifiestan en la interacción personal de una nueva pareja.

Las cosas, sin embargo, resultan ya diferentes en Before midnight. Pues, aquí, la narración se adentra en las intimidades de una pareja ya en funcionamiento, pretendiendo penetrar en sus debilidades, contradicciones y posibilidades de subsistencia. Y, en ello, la narración fracasa de forma evidente: no podía ser de otra manera, puesto que la forma narrativa elegida -la misma que en las anteriores películas de la trilogía- conducía necesariamente a ello.

En efecto, lo que en las otras dos películas aparecía como una divagación más o menos afortunada sobre el imaginario del deseo, en Before midnight se constituye en una operación narrativa fallida. Porque la realidad (la realidad de dos individuos interactuando, en los planos emocional y social) difícilmente puede ser descrita con naturalidad ni -menos aún- con penetración a través del desarrollo de unos diálogos (y de las correspondientes interpretaciones actorales) que intentan plasmar la situación en la que los personajes se hallan. Porque los diálogos no reflejan nunca la realidad, si no es de una manera retorcida. Por ello, todo en la película (la situación dramática y las palabras que en ella emplean los personajes) suena a falso: a situación construida ex profeso, de un modo artificioso; a "teatro de tesis", en suma.

Se echa en falta, pues, un grado mayor de reflexión del director, acerca de las exigencias que el tema de la película (notoriamente distinto en realidad del de las dos anteriores, como he apuntado) tenía que poseer para la puesta en forma audiovisual de la narración. En cambio, la aplicación acrítica de un estilo asumido como convención convierte la narración en algo inane, fracasado, en tanto que pretendida descripción de la realidad.


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