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miércoles, 2 de enero de 2013

"Take shelter", de Jeff Nichols: tres películas en una


Take shelter puede, en mi opinión, ser contemplada al menos desde tres perspectivas distintas; las tres pertinentes, aun cuando, a mi entender, sea la tercera la más sugestiva:

1º) Como una película de pretensión realista: Desde este punto de vista, se nos estaría narrando el drama de un hombre que es consciente de cómo su mente va perdiendo firmeza y va cayendo irremisiblemente en la esquizofrenia. Así, el hecho de que, con la excepción de la escena final (a la que inmediatamente me referiré), la película adopte en todo momento el punto de vista de su protagonista, hace que la identificación sugerida al/a espectador(a) sea máxima, de manera que vayamos experimentando junto con él cada uno de los momentos de miedo, alucinación, vergüenza, etc. a que da lugar el deterioro mental.


2º) Como una película fantástica: Y, sin embargo, está la escena final. En ella, parecería que la película tiende hacia dos modas usuales del cine contemporáneo: los guiones "con trampa", que al final de la trama "le dan la vuelta" a toda ella, forzando al/a espectador(a) a reconsiderar la historia que acaba de serle mostrada; y las narraciones que ponen en cuestión la distinción entre realidad e imágenes mentales. Así, desde esta perspectiva, Curtis (Michael Shannon) sería más bien un profeta, un "iluminado", dotado de la capacidad de la presciencia. Y el apocalipsis (¡otra moda del cine contemporáneo!) estaría, efectivamente, llegando a nosotr@s.

Tal y como señala Quim Casas, en su crítica a la película en la revista Dirigido Por... (nº 420, marzo 2012), la puesta en escena notoriamente atonal de Jeff Nichols (que en ningún momento carga las tintas en favor de una composición de los planos recargada en ningún sentido: ni el característico del cine de la alteración mental -pongamos: Spider, de David Cronenberg-, ni tampoco el usual en el cine fantástico -pienso en el cine de David Lynch, por ejemplo) favorece, en este caso, la ambigüedad en el significado de la narración. Y, pese a ello, la interpretación fantástica, tomada de forma aislada, resultaría muy poco interesante, por limitarse a repetir -como apuntaba más arriba- temas y estilemas usuales en el cine reciente. Pero...

3º) Como una película social (sociopolítica): Carlos Losilla, en su crítica de la película en Caimán. Cuadernos de Cine (nº 3, marzo 2012) apunta -certeramente, según creo- hacia otras dimensiones de la historia narrada en Take shelter. Y es que no sé si importa tanto que las visiones de Curtis obedezcan a la esquizofrenia o bien a su presciencia. Lo que creo que, en todo caso, resulta mucho más relevante es el hecho de que, de cualquier modo, la "normalidad" (aquello que se ve amenazado por "el mal" -sea este interno, enfermedad mental, o externo, apocalipsis) es descrita, en la película, como un frágil equilibrio: equilibrio socioeconómico (son reiteradas las conversaciones en torno a la cobertura del seguro médico, a la pérdida del empleo, a las deudas, a la hipoteca,...), equilibrio emocional (el "amor" de la pareja parece sostenerse, ante todo, sobre un proyecto de vida en común, de vida convencional -"de clase media"), equilibrio puramente biológico incluso (la normalidad es posible tan sólo si la enfermedad -y su correlato lógico, la muerte- son dejados afuera: vale decir, fuera de toda toma en consideración). Un equilibrio tan frágil que el mismo parece siempre a punto de ser amenazado. De manera que sus beneficiarios (esa "familia de clase media") parecen por ello igualmente a punto de verse aterrorizados, ante la eventualidad de que el equilibrio se vea desestabilizado.


Y, por supuesto, ocurre que esto es lo que inevitablemente pasa: los afectos van y vienen, la felicidad y la tristeza se combinan en ciclos en la mente humana, la enfermedad y la muerte aparecen cuando menos se los espera, los trabajos se pierden, las cotizaciones de los mercados hacen que lo que ayer valía hoy valga menos, o nada... En suma, la contingencia, inexorable, de la existencia humana. Una contingencia que parecería que los protagonistas de la película pretenden dejar a un lado, ignorar. Y, en este sentido, la narración que Take shelter nos presenta no es otra cosa que una puesta en cuestión de esa pretensión: de una forma de vida social basada en ignorar hechos incontrovertibles de la existencia humana. Y que, por ello, se ve obligada a recuperar dichos hechos como miedo, como terror.

Es, me parece, desde esta última perspectiva de significación desde la que Take shelter adquiere mayor relevancia. Pues, con independencia de las intenciones de su director y guionista, es desde ella desde la que la película deja de ser otra película más de las que juegan con el género fantástico (aunque ésta haya sido diseñada para llegar más fácilmente a los paladares indie, poco amigos del género en toda su pureza), para hablarnos de forma reveladora acerca de nuestra contemporaneidad.


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