Ha sido dicho ya, por muchos críticos, que esta última película estrenada de Steven Soderbergh pivota esencialmente sobre las especiales características de su actriz protagonista, Gina Carano, originalmente luchadora, que emplea todas sus habilidades técnicas para la lucha en este papel.
A mí, no obstante, me interesa destacar algo más: la película de Soderbergh claramente cae del lado de aquellas obras suyas de presupuesto limitado. Y, precisamente, es esta, me parece, su característica y su virtud más destacable: en efecto, frente al usual derroche de medios en el género de acción, el hecho de operar aquí con recursos limitados (incluyendo una duración total de hora y media) actúa claramente en favor de la efectividad de la película como narración de una aventura. Pues allí donde en la mayoría de los actioners bordean la parodia, con sus ristras de explosiones, saltos acrobáticos, movimientos de cámara espectaculares y rimbombantes efectos digitales, esta película se concentra en lo esencial: en la trama y en las acciones (apenas en los personajes -estamos ante una película del género de acción).
Y, así, de nuevo (como en el género fantástico, como en el drama, como...), menos acaba por ser más. Una buena lección, pues.